Mañana
mojada, las hojas empapadas y el cielo cristal me miran desde la
ventana. El plato grasiento y los huevos estrellados quedan ahí,
como un recuerdo de los días en que éramos tú y yo, en un domingo bohemio. Pero ahora, tú te vas justo en el mejor momento, y yo aquí, roto
y dañado, sintiéndome un poco desesperado.
Te
sigo por todas partes, como un detective perdido. Miro cada foto, sigo a quien andas, y me encuentro buscando pruebas
de que no estás feliz. Mi caso es serio, casi digno de estudio, porque no puedo dejar de pensar
en ti. Pero no está bien vivir así, persiguiéndote, ¿verdad?
La
verdad es que estoy hambriento, salado, e intensamente obstinado. Siento que me ahogo en esta
tristeza, algo desubicado,
como si estuviera atrapado en un ciclo sin fin. Y aunque sé que debería
dejarte ir, no puedo.
Porque, a pesar de todo, eres la única que puede llenar este vacío en mi corazón.
Así que aquí estoy, esperando, deseando que vuelvas.
Pero mientras tanto, seguiré
atrapado en este domingo de lluvia, recordando lo que fue y lo que pudo ser.
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