Acaso
has oído hablar del Proyecto Gilgamesh que según algunos sería una realidad en
los próximos 25 años.
Se
dice que con avances de la ciencia y la tecnología las máquinas se combinarán
con el proyecto de lograr la inmortalidad.
Entonces tendríamos un humano inmortal con partes cibernéticas
diseñadas para no tener falla o desgaste.
Ya
hay personas trabajando en eso y tienen financiamiento
para lograr ese sueño o utopía.
Escribio Simone de Beauvoir: “Los humanos son
mortales ¿Qué pasaría si
fuéramos inmortales?
Sería
el aburrimiento infinito de generaciones sin fin.
¿Tendría sentido levantarse de la cama a hacer cosas si siempre habrá un mañana?
¿Por qué reparar las injusticias si el tiempo es infinito y todo lo cura?
¿Qué sentido tendría la realización personal, si siempre habrá un tiempo infinito para concretar los proyectos?
A
nadie se escapa que el afán de inmortalidad es reflejo de un atributo de Dios
que el ego orgulloso humano desea”.
Reflexiones
bioéticas a partir del proyecto Gilgamesh sobre inmortalidad, trascendencia y
eternidad:
El
anhelo de prolongar la vida humana es muy antiguo y existe en todas las
culturas. De ello da cuenta el registro arqueológico, la ficción literaria y
los documentos autobiográficos.
Debe
distinguirse entre el deseo de trascendencia más allá de la muerte, ejemplificado en los monumentos funerarios, las tumbas y las dádivas
entregadas a los muertos, según se observa en las culturas del Antiguo Egipto y
Mesoamérica y en costumbres que perviven hasta la actualidad.
Ante la imposibilidad biológica de perpetuar
la vida individual, las
culturas han establecido el recuerdo institucionalizado de las grandes personas
y siempre se reconoce el deseo de dejar legados y memorias.
La
novedad de la moderna biología no es la conquista de la inmortalidad, que
existe en los niveles macro y micro de la naturaleza. La vida en todas sus
formas nunca desaparece.
Lo
que desaparece son individuos, formas específicas de
configuración de la materia orgánica que adquiere entidad y, en el caso de los
seres humanos, identidad, ipseidad y mismidad.
La
recuperación de esta vida personalizada, individuada, es lo que está detrás de
proyectos como Gilgamesh. Que una persona, en tanto que tal, pueda ser
preservada.
Gilgamesh
se trata de un proyecto de expresiones artísticas, literarias y tecnológicas
difundido en distintos escenarios itinerantes por todo el mundo, cuya temática
principal es
la inmortalidad. Este proyecto itinerante, data del 2004 a la fecha y lleva su nombre en honor al rey Gilgamesh de la ciudad de Uruk en la antigua Babilonia, que existió hace 5.000 años atrás.
La
historia cuenta que Gilgamesh era un rey despiadado e injusto. Los ciudadanos
pidieron al Dios del cielo que enviara a un nuevo gobernante justo. El clamor del pueblo oprimido fue respondido tras un gran diluvio, en
que los dioses crearon un hombre de arcilla, para gobernar la ciudad, llamado
Enkidu.
Poco después, el rey de Mesopotamia, Gilgamesh
reconoció en Enkidu un igual y se hicieron amigos. Gilgamesh cambió para bien y se unió a Enkidu para
combatir a losenemigos de la ciudad. Gilgamesh buscó la posibilidad de
que Enkidu, una vez herido de
muerte, viviera y para ello fue en búsqueda del único humano a quienes los dioses le habían concedido la inmortalidad. Gilgamesh encontró la planta que brindaba la juventud eterna.
Pero en el viaje, una serpiente le arrebató el
preciado tesoro. Gilgamesh
murió en brazos de su amigo soñando con la posibilidad de alcanzar la
inmortalidad.
Esa
epopeya, cuyo relato en escritura cuneiforme se ha preservado hasta nuestros
días, sirve de inspiración a los deseos nunca agotados de optimización de las
potencialidades humanas a través de la tecnología,
incluyendo por supuesto, los deseos de vencer a la vejez, la enfermedad y la
muerte.
Un intento semejante, pero con técnicas diferentes, se asocia a la
clonación eventual de seres humanos. Poder reproducir un individuo
idéntico sería una posibilidad, solo que en este caso quizá no se conservara el
patrimonio adquirido por las personas a lo largo de su vida, esto es, sus
memorias, base de la identidad. La vida humana es materia con memoria.
La
ficción reconoce que lo ideal sería preservar a las personas con todo su caudal
identitario, sus memorias, ideas y deseos.
Técnicamente,
el proyecto aún es inviable. El envejecimiento y las pérdidas son inevitables.
Toda la industria cosmética se basa en la posibilidad de preservar belleza y
optimizar las capacidades cognitivas. La medicina del deseo trabaja en hacernos
más bellos, jóvenes e inteligentes, pero aún no se concreta el preciado anhelo
del elixir de la vida inmortal.
La
pregunta es: si ello fuera posible, cuáles serían las ventajas. En otras
palabras, cabe reflexionar si la factibilidad técnica es garantía de
aceptabilidad moral y social. Piénsese en la criopreservación de cuerpos,
órganos y cerebros. Es verdad que un cuerpo mantenido en estado de posible
reanimación podría ser objeto de terapéuticas hoy
inexistentes. Quizá mañana haya curas para ciertos cánceres, que podrían ser tratados en un cuerpo preservado, pero no se debe olvidar que el sujeto va más allá de un cuerpo, y en tanto persona es relacional.
Otra posibilidad es la de que las personas criopreservadas
fueran despertadas y traídas a la
vida
en un remoto futuro. En este caso qué encontrarían, qué
sentido tendrían sus vidas, cómo restablecerían sus lazos afectivos y de
sentido. Si todos pudieran ser criopreservados, se reproduciría el pasado que
se abandonó. Si solamente
una o dos personas de un grupo numeroso sobreviven, es difícil creer que serían
felices. Las distopías del viaje al futuro lo muestran.
¿Qué
sentido tendría que la población no disminuyera? ¿Qué pasaría con los recursos
naturales?
Otra faceta: Los recursos técnicos, las tecnocracias, crean divisiones
sociales. En su etapa inicial, siempre son patrimonio de los acaudalados, de
los que pueden pagar. Hoy no todos podrán ser turistas a la Luna, por
los costos. El símil es apropiado. Hoy no todos pueden acceder a la
criopreservación, así como tampoco a otras tecnologías de mejora, como la
edición genética, el neuroenhancement u optimización neuronal etc. De modo que el
problema
del acceso a las tecnologías con promesas de mejora reproduce las desigualdades
sociales en el acceso a otros bienes primarios como son la
salud y las tecnologías para
lograrla.
Mientras
más envejecen, pues no mueren, se observa en ellos algo interesante. Los que
eran malos, se tornan peores. Los buenos, mejores. Las particularidades de cada
persona se exacerban.
¿Qué sentido tendría levantarse de la cama a
hacer cosas si siempre habrá un mañana?
¿Por qué reparar las injusticias si el tiempo es infinito y todo lo cura?
¿Qué sentido tendría la realización personal, si siempre habrá un tiempo infinito para concretar los proyectos?
A nadie se escapa que el afán de inmortalidad es reflejo de los atributos asignados a Dios.
Sin embargo, eternidad no es inmortalidad. Y el deseo de
parecerse a los dioses, fundamento de la epopeya de Gilgamesh, está en todas
las culturas conocidas. Los
dioses son la proyección de los deseos humanos. Eternidad es lo que no tienen
principio ni fin.
Inmortalidad
es lo que tiene solamente principio.
No
se puede detener la investigación científica y los esfuerzos por lograr
inmortalidad biológica. Se necesita una ética y un derecho “proactivos”, que
anticipen y prevengan consecuencias. “Ver para prever, prever para proveer”,
era el lema de Augusto Comte.
¿Tendría sentido levantarse de la cama a hacer cosas si siempre habrá un mañana?
¿Por qué reparar las injusticias si el tiempo es infinito y todo lo cura?
¿Qué sentido tendría la realización personal, si siempre habrá un tiempo infinito para concretar los proyectos?
la inmortalidad. Este proyecto itinerante, data del 2004 a la fecha y lleva su nombre en honor al rey Gilgamesh de la ciudad de Uruk en la antigua Babilonia, que existió hace 5.000 años atrás.
muerte, viviera y para ello fue en búsqueda del único humano a quienes los dioses le habían concedido la inmortalidad. Gilgamesh encontró la planta que brindaba la juventud eterna.
inexistentes. Quizá mañana haya curas para ciertos cánceres, que podrían ser tratados en un cuerpo preservado, pero no se debe olvidar que el sujeto va más allá de un cuerpo, y en tanto persona es relacional.
¿Por qué reparar las injusticias si el tiempo es infinito y todo lo cura?
¿Qué sentido tendría la realización personal, si siempre habrá un tiempo infinito para concretar los proyectos?
A nadie se escapa que el afán de inmortalidad es reflejo de los atributos asignados a Dios.
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