Tenía la mirada puesta en la nada y una copa
que me invitaba a irme de fiesta. Es la tercera vez que me topé
con ella, y tenía una cara que decía contigo ni a la esquina. Pero,
como buen aventurero, le
dije alguna frase de Sabina y, para mi sorpresa, me dejó invitarla a una
cerveza.
Ay, ya no quiero andar jugando a los espías
o estar pendiente de los perfiles en las redes. Solo
quiero que me digas si hay
espacio en esta mesa. Porque supe que eras para mí. Ni cómo ni
cuándo, entre tanta gente, tan solo te vi.
Tu voz parecía la casa que espera que llegue
a dormir, y desde ese instante, algo en mí hizo clic. Ya han
pasado varios años desde aquel día en que la suerte me miró con ternura
y me dejó el lujo de tu compañía. De beso a beso, fui quitándote las dudas, y hoy sé que eres mi
razón para ser sincero.
Ay, ya no quiero ni París con aguacero ni
San Juan sin ti. Supe que eras para mí, como si volviera a un viejo camino y
ahí estuvieras, en el lugar donde habitaba tanto olvido.

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