La intuición rara vez se equivoca, y cuando el brillo en los ojos de la persona amada se apaga, cuando el silencio pesa más que las palabras, es señal de que algo ha cambiado. El engaño, aunque disfrazado de besos, se siente en el alma.
A veces, lo más difícil no es descubrir la verdad, sino aceptarla. Apegarse a un amor que se ha vuelto frágil y engañoso solo prolonga el sufrimiento.
Dificil enfrentar el dilema de seguir luchando o soltar lo que ya no es suyo. En el amor, como en la vida, hay momentos en los que cortar de raíz es la única manera de sanar.
Porque la peor traición no siempre es la de quien miente, sino la de quien se engaña a sí mismo creyendo que todo sigue igual. Amar es un acto de valentía, pero saber cuándo irse también lo es.
REFLEXION:
El amor, esa
palabra que todos pronunciamos con tanta facilidad, pero que pocos realmente
entendemos. Es como un espejismo en el desierto: desde lejos, parece
agua fresca, algo que nos salvará de la sed, pero cuando llegamos allí, solo
encontramos arena. Y entonces,
¿qué hacemos? ¿Nos quedamos parados, decepcionados, o seguimos caminando, sabiendo que quizás el próximo
espejismo sea igual?
El amor
duele cuando se convierte en una ilusión rota. Duele porque no es solo la pérdida de
alguien, sino la pérdida de todo lo que creías que sería. Es como construir un castillo en el aire
y ver cómo se desmorona antes de que puedas siquiera habitarlo. Te
quedas ahí, con las manos vacías, preguntándote si todo fue real o si solo fue un sueño que te
inventaste para escapar de la soledad.
Y lo peor es
que, cuando el amor se rompe, no solo se lleva a la otra persona. Se lleva pedazos de ti. Pedazos que no sabías que habías dado. Te das cuenta de que, en algún
momento, dejaste de ser tú mismo para convertirte en
"nosotros". Y ahora, sin ese "nosotros", te sientes incompleto,
como si te faltara algo que nunca podrás recuperar.
Pero aquí está la cosa: el amor no es mentira. Lo que
duele no es el amor en sí, sino las expectativas que pusimos sobre él. Esperamos
que el amor nos complete, que nos salve, que nos haga felices para siempre. Y cuando no lo hace, nos
sentimos traicionados. Pero, ¿y si el amor nunca fue eso? ¿Y si el amor
no es más que un espejo que nos muestra quiénes somos realmente, con todas
nuestras luces y sombras?
Cuando el
amor se convierte en una ilusión rota, es fácil caer en la trampa de pensar que
nunca valió la pena. Pero tal vez, solo tal vez, ese amor roto es
una oportunidad. Una
oportunidad para reconstruirte, para recordar quién eras antes de que ese amor
llegara, y para entender que no necesitas a nadie más para ser completo.
El amor
duele, sí. Pero también nos enseña. Nos enseña que somos capaces de amar, de entregarnos, de sentir
profundamente. Y eso, aunque no lo parezca, es un regalo. Porque
al final, el amor no se trata
de encontrar a alguien que nos complete, sino de aprender a amarnos a
nosotros mismos, incluso
cuando todo se desmorona.
Así que, si estás ahí, con el corazón roto y preguntándote por qué duele
tanto, recuerda esto: el amor no es una ilusión rota. Es
solo una lección que aún
no has terminado de aprender. Y cuando lo hagas, te darás cuenta de que el amor
más importante siempre ha estado dentro de ti. Solo tienes que
volver a encontrarlo.
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