Por la vieja barriada, donde, de las casuchas
las persianas ocultan las lujurias secretas
cuando el astro cruel furiosamente hiere
la ciudad y los campos, los techos y sembrados,
quisiera ejercitarme en mi
esgrima fantástica
husmeando en los rincones
azares de la rima,
tropezando en las sílabas,
como en el empedrado,
acaso hallando versos que
hace tiempo soñé.
Ese padre nutricio, que huye de las clorosis,
en los campos despierta los versos y las rosas;
logra que se evaporen hacia el éter las penas
saturando de miel cerebros y colmenas.
Es el quien borra años al que lleva muletas
y le torna festivo como las bellas mozas,
y a las mieses ordena
madurar y crecer
en la inmortal entraña que
desea florecer.
Cuando, como un poeta, desciende a las ciudades,
ennoblece la suerte de las cosas más viles,
y penetra cual rey, sin séquito ni pompa,
tanto en las casas regias como en los hospitales.
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