Contrariamente a lo que se cree, el Tao te king no es el único libro que escribió Lao Tse (Tal vez 604 – 531 a. de C.). Son pocos los que saben que en el Hua hu ching se han recopilado muchas enseñanzas orales que el Maestro dio para que los contemplativos lograran verdaderos avances en el Sendero que conduce hacia la Iluminación. El contenido de este libro es algo así como un mapa de carreteras que el ser humano ordinario puede consultar cuando quiere viajar con éxito por el territorio de lo divino. En la época en la que las luchas políticas chinas se desataron, la lectura de este libro estaba prohibida .
Es más: en el más álgido de esos momentos, se ordenó que fueran
quemados todos los ejemplares. Si no fuera porque la tradición taoísta
establece que las enseñanzas de más trascendencia deben ser trasmitidas
oralmente de maestro a discípulo —y a veces de labio a oído— , el mundo hubiera
perdido la oportunidad de enriquecer su conciencia con la sabiduría que
contienen estos textos. Los fragmentos que aparecen a continuación fueron
tomados de ese magnífico libro.
No te
dejes atrapar por superficialidades espirituales. Cantar no es más sagrado que
escuchar el murmullo del arroyo, pasar entre tus dedos las cuentas de un
rosario no es más sagrado que respirar, vestir hábitos religiosos no es más
espiritual que usar ropa de trabajo.
Mejor encuentra satisfacción en la práctica de la virtud. Si
das de manera generosa y anónima, iluminarás tu oscuridad interior y tu
virtuosismo se convertirá en santuario que te beneficiará a ti y a los demás. En
el terreno de los pensamientos y de las ideologías nada es absoluto.
La
mayoría de las religiones refuerzan los apegos que se tiene a los falsos
conceptos. Si te la pasas rindiendo culto a deidades y a instituciones
religiosas como si fueran la fuente de la verdad sutil, colocarás
intermediarios entre lo divino y tú y acabarás siendo un mendigo que busca
afuera lo que abunda en el interior de su corazón.
Las técnicas contemplativas que conducen a la inmortalidad y
a la Iluminación, sólo pueden ser comprendidas por los que han roto los lazos
que los conectan con el espeso reino mundano de la dualidad y de los dogmas. No
traces una línea entre lo que es espiritual y lo que no lo es. Si separas tu
vida espiritual de tu vida ordinaria, no estarás en el Sendero. La suprema
verdad no puede expresarse con palabras.
Por
eso, el verdadero maestro no tiene nada que decir y, simplemente, sin
preocuparse, se da a sí mismo en el servicio que presta. Las enseñanzas del
Maestro no son la medicina; son sólo la receta. El mentor no te lleva a tu
destino, sólo te da el mapa que te servirá de guía para que lo encuentres.
Un ser integral no ambiciona iluminar a los que no son
conscientes ni pretende elevar al reino de lo divino a las personas mundanas.
Para él no existe yo y el otro; por tanto, no hay nadie a quien elevar. No
creas que alcanzarás la verdad acumulando conocimientos. El conocimiento
engendra a la duda, y la duda te hace tener hambre de más conocimientos.
Trata
de vivir de una manera holística. No exageres la importancia del intelecto. Al
contrario: integra mente, cuerpo y espíritu en todas las cosas. Si lo haces,
llegarás a ser maestro del conocimiento, en lugar de ser víctima de los
conceptos. Si la mente, el cuerpo y el espíritu no están igualmente
desarrollados y plenamente integrados, no se alcanzará ninguna cima espiritual.
Por eso, las religiones y las ideologías extremistas no dan
fruto. De la misma manera que todo está bien en las riberas cuando el río fluye
claro y limpio por el cause apropiado, así tu vida estará llena de armonía si
ejerces control sobre tu mente. La conciencia total y la completa iluminación
no se alcanzan sin una disciplina y una práctica apropiadas. Si quieres
superarte, no realices prácticas y disciplinas parciales.
Del
mismo modo que no se conoce al cuerpo estudiando al dedo, no se entenderá al
Universo estudiando una sola ciencia. El ansia de iluminación y de inmortalidad
no es diferente al ansia de riquezas materiales. No creas que porque meditas
silenciosamente estás clarificando tu mente.
La claridad de la mente no se alcanza con sólo huir del
mundo. Cuando honres a tus padres, ames a tus hijos, ayudes a tus hermanos,
seas leal con tus amigos, cuides a tu pareja con devoción, trabajes con alegría
y asumas tus responsabilidades; cuando practiques la virtud sin exigirla
primero a los demás; cuando, aunque comprendas las verdades supremas, mantengas
una forma ordinaria de proceder, entonces —y sólo entonces— habrá claridad en
tu mente y sabrás que tu forma de meditar es la correcta.
Pensar
en el Sendero y hablar de él no es lo mismo que trillarlo. ¿Acaso alguien se
convierte en buen jinete porque habla de caballos? Tu naturaleza y la
naturaleza entera del Universo son la misma cosa: indescriptibles, pero
eternamente presentes. El ego te hace creer que el mundo es vasto y las
partículas minúsculas; pero la verdad sutil es que el mundo y la partícula son
lo mismo: ni el uno es vasto ni la otra minúscula.
Es parte de la ley cósmica que lo que digas y lo que hagas
determinará lo que suceda en tu vida. Si defiendes una idea, otro luchará
contra ella. Al poco tiempo, los dos entrarán en conflicto con un tercero y,
muy pronto, toda tu vida será parloteo y contradicción. Cuando te des cuenta de
que lo que haces a otro te lo haces a ti mismo, habrás entendido la Gran
Verdad.
Escoge
alimentos, vestido y techo de acuerdo con la naturaleza. Haz que tu trabajo y
tu ocio sean la misma cosa. Realiza ejercicios que desarrollen todo tu ser, no
sólo tu cuerpo. Trata de que la música que escuches conecte las tres esferas de
tu ser. Si tu disponibilidad de dar felicidad es limitada, tu disponibilidad de
recibirla también lo será.
Sólo cuando se sabe que el amanecer llegará se puede
descansar tranquilamente por la noche. Todo momento es frágil. Por hermosos que
hayan sido los momentos del pasado, no pueden conservarse; por gozosos que sean
los momentos del presente, no pueden guardarse; por deseables que sean los
momentos del futuro, no pueden atraparse. La mente, en su empeño por detener el
río en un lugar, deja pasar por alto la simple verdad del momento. ¡Ama la
vida!
No tienes que esconderte en retiros espirituales. Puedes ser un bondadoso eremita contemplativo justo aquí, en medio del ajetreo del cotidiano vivir.
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