Imaginemos
una situación. En una
guerra hay dos soldados, ambos de diferentes bandos. Uno avanza hacia el otro
mientras que el del bando opuesto se retira para protegerse.
Hay
una frase celebre de André Maurois que dice: “Sobre todo, jamás os asustéis. El enemigo que os obliga
a retiraros también está asustado de vosotros en ese preciso momento”, con esta frase se resume muy
bien la situación. Ambos
soldados tienen el mismo miedo pero uno de ellos tiene la capacidad de controlar su
miedo y seguir avanzando.El miedo nos pone en alerta
Lo
primero que debes saber es
que el miedo es bueno ya que nos pone en alerta (cosa que ante
situaciones críticas se agradece). El miedo nos ha ayudado a sobrevivir.
Pongamos
como ejemplo una tribu primitiva de Homo Sapiens. Cuando un león atacaba al
grupo, normalmente acababa muriendo el miembro más valiente que cogía su lanza
y se enfrentaba al león para defender a los demás. Como consecuencia nosotros
somos descendientes del Homo Sapiens que huyó. Somos descendientes del Homo
Sapiens que sintió miedo y no se sacrificó por los demás.
Por
lo tanto el miedo nos
mantiene con vida. Estamos
preparados para sobrevivir gracias al miedo.
No podemos ceder ante el miedo de forma
que este nos controle y decida cómo actuar en lugar de hacerlo nosotros. No nos
podemos dejar dominar por el.
El
miedo depende del contexto y de la situación
Lo
segundo que debes saber es
que el miedo depende del contexto y de la situación en la mayoría de
casos.
Imaginemos
la siguiente situación, vamos
por primera vez a un mercado, vamos concentrados pensado todas las cosas que
necesitamos comprar y de repente nos encontramos con un señor. Tiene el delantal lleno de sangre y nos
mira fijamente con un cuchillo en la mano. Afortunadamente el señor nos
pregunta si queremos medio kilo o un kilo de lomo con lo cual deducimos que es el carnicero.
Pero
ahora imaginemos que volviendo
del mercado, en el portal, nos encontramos con la misma situación. El
mismo señor con el delantal lleno de sangre y un cuchillo. La situación ha cambiado.
Ha dejado de ser ese agradable señor que nos preguntó cuánta carne queríamos.
Sin embargo el objeto del miedo (el
carnicero) no ha cambiado,
¿entonces qué ha cambiado que nos hace tener miedo en esta situación? Analizando y comparando ambas
situaciones nos damos cuenta de que sólo cambia el contexto, es decir no cambia
nuestro objeto del miedo (el carnicero). En la segunda situación no
esperamos encontrarnos con ese panorama pero en la primera sí.
Aceptando
que el miedo es bueno y que el miedo depende del contexto, debemos preguntarnos
cómo podemos aprovechar
toda esta información.
Es
simple. Debemos aprender a
tener miedo. Debemos
aprender a controlar el miedo para evitar que nos controle él. La teoría
es fácil y ya la vimos en otro artículo. Si finges una emoción la acabas sintiendo. Aquí
estamos explicando el caso opuesto, es decir, si evitamos las expresiones de
miedo quizá dejaremos de sentirlo.
Te propongo un juego
Ve
al campo y quédate allí hasta que sea de noche. Por el día no sentirás nada de
miedo (a menos que aparezca un león). Sin embargo por la noche será diferente. Dejarás
de estar cómodo y comenzarás a preocuparte.
¿Qué
es lo que ha cambiado para que de repente comiences a sentir miedo? Sólo se ha ido la luz. No
es un motivo suficiente para ponerte nervioso. Sin embargo al cambiar el contexto
(día/noche) ha cambiado tu mentalidad y estás más dispuesto a sentir miedo.
Llegado este momento debes
tranquilizarte y cambiar la mentalidad. No hay nada por lo que debas
preocuparte.
Si
no puedes frenar el miedo de esta forma te propongo otro método. Simplemente actúa como sino
tuvieras miedo. Ya sé que parece complicado y es difícil pero funciona.
Si podemos fingir que una cosa existe aún cuando sabemos que no, ¿por qué no podemos decidir si
queremos controlar el miedo?
Existen señales que reflejan el miedo. Por ejemplo quedarnos
paralizados o tratar de encogernos hasta que el peligro pase. Esto se observa
cuando hay gente cerca de una explosión. Justo en el momento después del
estruendo, podemos observar que las personas se encogen instintivamente por una
décima de segundo y a continuación huyen.
Tratemos de evitar estas expresiones en
la medida de lo posible (siempre y cuando no sean una reacción instintiva ante
un suceso). Si fingimos que no existen a lo
mejor dejan de aparecer. Nuestro cerebro es muy lógico. Si continuamos realizando estas
expresiones de terror, nuestro cerebro las interpretará incrementando los
síntomas del miedo. Por este motivo es tan necesario intentar evitarlas.
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