Cuando otras luces se apagan sigue brillando la luz de la esperanza y
ella te da fuerzas para no rendirte.
Pon esa esperanza en Dios y, por más acosado que
estés, recuerda que Él
jamás te abandona y siempre está contigo.
Lo que pasa es que Él nunca te prometió una vida sin afanes y sin
dolores y en Jesús te mostró que no hay amor sin entrega.
Sin embargo, cuando amas, persistes y
cuidas tu fe, siempre
aparece una ayuda providencial y no caes en el abismo.
Tu amor, tu fe y tu esperanza son tu fuerza
y tu mejor tesoro y con
Dios sales adelante de cualquier laberinto.
Recupera el ánimo, cree, ama y espera
porque solo así sorteas los
arrecifes, dominas el oleaje y llegas a buen puerto.
No temas como los discípulos cuando una
borrasca estaba a punto de hundir la barca en la que andaban con el Señor.
Navega seguro porque Él tiene poder para calmar los ciclones y amansar
el mar. Él
es tu Capitán y tu Buen Pastor.
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