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LA MUERTE DE UN HIJO ES UNA PENA DEVASTADORA Y EL DUELO MÁS EXIGENTE QUE EXISTE

 

Despedir un hijo que muere o trasciende suele ser una pena devastadora y el duelo más exigente que existe .
 
Solo aquel que lo vive alcanza a medir la hondura de tan tremendo vacío, un dolor sin barreras y una pena oprimente .
 
Entonces surgen mil porqués sin respuesta , y lo sabio no es tratar de entender.
 
Elige aceptar los aprendizajes de la vida.
 
Así ha sido desde siempre y, solo cuando la medicina avanzó, enterrar hijos dejó de ser una constante de la vida .
 
Baste recordar que Bach tuvo 17 hijos en dos matrimonios y enterró a 13 ya su primera mujer .
 
Rembrandt tuvo seis , también en dos matrimonios, y despidió a cinco ya su primera esposa.
 
Goya tuvo ocho hijos y enterró a siete prematuros o recién nacidos.
 
O sea que antes era peor.
 
Lo cierto es que eso ya está elegido en un Plan de vida para practicar desapego , aceptación y una fe a toda prueba .
 

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