Se encuentran dos españoles, Juan y su amigo Pedro (El Calvo) en el muelle de Cartagena (Colombia) y se sientan a negociar el alquiler de un velero para ir de paseo con la familia.
Al llegar al puerto los recibieron el portero (un costeño) al que le preguntaron si conocían a alguien que les alquilara el velero que buscaban y este les presentó a una rubia muy bonita que muy amablemente los atendió.
Establan negociando el precio del arrendamiento del velero con la rubia, y cuando vieron que era muy costoso el alquiler , Pedro insistió en conseguir una rebaja en el valor y no fue posible , por lo que Juan entendió que el negocio estaba dañado.
La rubia entendió que ellos no tenían el dinero suficiente, ni eran los clientes para su velero.
Pedro continuaba insistiendo en salir y se alejó del lugar.
Como el negocio no parecía viable porque Pedro no quería nada y los precios eran tan altos, Juan le dijo en voz baja a la rubia: “No es justo que mi guardaespaldas esté opinando del tema, yo soy quien decidió”
La rubia imaginó que Juan era un hombre importante de mucho dinero al enterarse que tiene guardaespaldas y por tanto cambió su actitud.
El portero también de origen costeño, que estaba presente le dijo a Juan “Dil* al cop*et* d* Cu*ro que agu*n*t*” y soltó la carcajada, pero Juan no entendió nada y le pidió que le repitiera y le dijo lentamente “Dile al copete de cuero que aguante” y soltó nuevamente la carcajada.
Juan le preguntó a la rubia que eso que quería decir a lo que defendió que eso quiere decir: “Dile al calvo que espere”.
La rubia renegoció las condiciones y le envió a Juan la cotización por escrito y pidió una rebaja del precio del arrendamiento del velero en una tercera parte .
…Pudieron salir de paseo en velero y Pedro se quedó con el apodo “Copete de cuero”
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Por favor, escriba aquí sus comentarios