Los
adultos estamos en constante presión pues nuestras actividades así lo exigen.
Vivimos de prisa, correteamos a la computadora nos peleamos todos los días con
alguno que otro conductor para que nos ceda el paso, tenemos prisa hasta para
lavarnos los dientes y como consecuencia de nuestro estrés, presionamos a los
niños en la misma proporción.
Nos parece que a los 3 años ya es tarde para
mandarlos a la escuela, queremos que hablen caminen para después pedirles que
se mantengan callados y sentados. Deseamos que sean "enciclopedias
vivientes" y que dominen dos idiomas al tiempo que tomen clases de karate,
ballet, piano, natación y pintura.
Les
pedimos que se duerman temprano, pero no pueden hacerlo hasta las diez de la
noche porque hasta esa hora terminan todas sus actividades. Luego lo urgimos
para que despierten a las seis de la mañana, de otra manera, no tendremos
tiempo de dejarlos en la escuela y llegar al trabajo en donde también nos
espera mucha tensión.
Presionamos a los niños para que aprendan a
pensar y a investigar por su cuenta, pero al mismo tiempo, no queremos que
hagan una travesura o nos formulen preguntas incómodas. Hoy todo es
"instantáneo", "plus", "extra", "supersónico"
y "exprés" y, sin darnos cuenta, hemo incorporado todos estos
conceptos a la vida de los niños, quienes sin haber tenido suficiente tiempo
para asimilar la etapa que viven, ya tienen que estar listos pra la siguiente.
¿Cuál? ¡No importa!, la que dicte la sociedad acelerada en la que vivimos.
He observado que muchos pequeños no saben
aprovechar su tiempo libre, cuando acaso llegan a tenerlo, sobre todo en las
vacaciones. Se "aburren" y se vuelven muy exigentes; quieren que los
lleven al cine, de compras o a la feria porque no conocen otro tipo de
entretenimiento.
La
vida de prisa que los mantiene en diversas clases o en un auto viajando de un
lado a otro les ha impedido el placer de jugar con una piedrita mientras dan un
paseo o de entretenerse armando una casita con palillos o con cubos o simplemente
descubrir formas en las nubes.
Los
niños de hoy viven bajo presión, pero no todos la sufren en el miso grado.
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