Dicen
que ser feliz es cuestión de genética. Sin embargo la dicha se puede alcanzar
con actitud y dedicación, las causas nobles aumentan el bienestar.
Suele
pasar que confundamos los estados de ánimo con las emociones, por eso, lo
primero que hay que aclarar es que una cosa es estar alegres, y otra es ser
felices. El primer caso habla de una emoción, que aunque intensa, es
pasajera. La segunda, es un estado, el reflejo de nuestra vida. Alcanzarla no
es fácil, por eso desde hace varios años médicos, psicólogos, sociólogos,
economistas, nutricionistas y una larga lista de expertos buscan la manera de
conseguirla y, lo más importante, mantenerla.
El tema ha tomado tal importancia que existe la ciencia
de la felicidad, cada año muchos países mandan hacer estudios para analizar qué
hace felices a sus ciudadanos y los científicos dedican años de investigación
al tema. Incluso, el pasado 20 de marzo se celebró por primera vez en todo el
mundo el “Día
Internacional de la Felicidad”, según explicó el secretario general de
la ONU, Ban Ki-moon, para “reconocer la relevancia de la felicidad y el
bienestar como aspiraciones universales de los seres humanos y la importancia
de su inclusión en las políticas de gobierno”. Naciones Unidas determinó que
“la búsqueda de la felicidad es un objetivo humano fundamental”.
Un
objetivo cada vez más esquivo, según revelan los últimos estudios, pues “la
gente se ha concentrado en tener más, en llenarse de cosas materiales, buscar
su satisfacción personal, lo que hace que los niveles de felicidad estén en sus
bajos históricos”.
Una investigación publicada por la revista American
Economic Review reveló que hay
más felicidad en las causas nobles y altruistas y en cosas como dormir bien,
ver a un amigo, tener un buen amor, que en comprar carros, ropa y hasta bienes
raíces.
Sin embargo, la mayoría de personas está dispuesta a
sacrificar esas “pequeñas cosas”, por dinero o cosas pasajeras. “Lo que la gente elige hacer y lo
que esas mismas personas dicen que los haría más felices generalmente no
coincide”, explicó el autor de la
investigación. Es común
que la mayoría de personas responda que es más feliz con un trabajo bien
remunerado que con una buena compañía a su lado, “algo que al final,
cambia, pues tener a alguien íntegro, que nos haga felices y esté a nuestro
lado, es mejor que ganarse la lotería”.
La
gente feliz no es egoísta, los más colaboradores, caritativos y que se
preocupan más por los demás tienen niveles de felicidad mucho más altos que aquellos
que piensan primero en ellos”.
Años de estudios determinaron que sí hay factores que ayudan a conseguirla,
como la personalidad, la crianza, las decisiones y hasta la predisposición
genética. Resulta que la
felicidad viene determinada en un 50% por nuestros genes y la crianza.
Si hay maltrato durante la niñez, es muy difícil que esa persona crezca y
busque la felicidad. Un 30% está determinado por las decisiones que tomamos
(pareja, hijos, carrera) y un 20% en nuestra capacidad de resiliencia (recuperación),
es decir, la resistencia emocional y capacidad de levantarse luego de una
situación difícil.
Las
mujeres reportan niveles más altos de dicha y bienestar hasta los 48 años
cuando viene un bache. Los hombres, en general, tienen el mismo estado, aunque después de los
60 años sí se confiesan más felices que sus parejas. En general, hombres
y mujeres reportan que lo que más los hace felices es su trabajo (si está bien
remunerado), luego su familia, su pareja, los amigos y relajarse. ¿Qué hacer
entonces para ser feliz? Los
expertos dicen que con esfuerzo, actitud, trabajo y dedicación se puede
conseguir. Más del 80% de las personas que cambian sus conductas
negativas, comparten más en familia y se vuelven más colaboradoras confiesan
sentirse más felices. Y lo mejor, esa buena energía es contagiosa.
Un factor económico
El premio Nobel de Economía de 2002, Daniel Kahneman
escribió en una revista científica que “si la felicidad es el motor del comportamiento humano,
hay que empezar a medirla”. Es por eso que hoy se mide el nivel de
felicidad por países en varias encuestas y el resultado es contrario a lo que
todos pensarían: los países con más conflictos y pobreza, reportan los niveles
más altos de felicidad. Colombia, por ejemplo, ocupa el
segundo lugar de lugares más felices del mundo. La paradoja, según
economistas, es que “el dinero no compra la felicidad, como pensamos en algún
momento de nuestra vida”. El reino de Bután, un aislado reino del Himalaya,
determinó hace 35 años que era más importante la felicidad interior bruta que
el producto interno bruto. Desde entonces, el progreso del país no se basa
estrictamente en el flujo de dinero. El bienestar, la tranquilidad y
espiritualidad son más importantes en este país.
Las enzimas de la felicidad
Diversos
estudios han demostrado que las mujeres son más felices que los hombres, sin
embargo, tienden a deprimirse más. ¿Por qué las diferencias entre
géneros? Científicos estadounidenses revelaron que ellas tienen un gen que las
hace felices, pero que no funciona igual en ellos. Es la monoamina oaxidasa A
(MAOA), que regula la enzima que descompone neurotransmisores cerebrales como
la serotonina y la dopamina, dos sustancias que provocan bienestar.
Científicos de la Universidad de California descubrieron
que también está la hipocretina, un péptido que aumenta cuando nos sentimos
felices y disminuye cuando estamos tristes. Si está en niveles bajos no
buscamos placer. Científicos creen que administarla podría mejorar el estado de
ánimo.
El menú del buen humor
Somos
lo que comemos, dice el refrán popular. Y la ciencia lo ratifica. Los alimentos
influyen en el estado de ánimo. Los neurobiólogos encontraron que la
producción de serotonina y endorfinas (hormonas que generan sensaciones de
felicidad, bienestar, buen descanso y alivio) en el cuerpo aumenta cuando
consumimos ciertos alimentos. Por eso una buena dieta (que incluya todos los grupos alimenticios) nos
puede dar mucho bienestar. “Los alimentos de color naranja y rojo
estimulan; los azules, calman; los amarillos animan, los verdes ayudan a la
concentración, por eso nuestros platos deben ser muy coloridos”.
Los
alimentos de la felicidad
El
banano: tiene un efecto calmante sobre nuestro sistema nervioso. Ayuda a
calmar el sistema nervioso.
El
chocolate: el mejor es el negro, pues no aporta tantas calorías.
Potencia el rendimiento y estimula la circulación.
Piña:
aliado contra la frustración. Da sensación de vitalidad y optimismo. Ayuda a la
concentración y la motivación.
Picantes
o chiles: combate la depresión y la frustración. El ardor es percibido
como dolor por el cerebro y lo contrarresta produciendo endorfinas.
Dicen
que también la leche, los pescados con Omega 3, las fresas, las espinacas, la
avena, semillas de girasol, las lentejas, la cafeína y el requesón favorecen el
optimismo y el buen humor.
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