Son perros
entrenados para superar su timidez o bravura, se han convertido en 'mascotas
terapeutas'.
No son perros
comunes, pues cumplen una labor especial: llevar felicidad y tranquilidad a los
pacientes que se encuentran en centros hospitalarios, con cáncer y otras
enfermedades terminales.
Los propietarios
de los canes llevan a los perros a diferentes centros de salud para dejar que
los consientan, den la pata y jueguen.
"Para dar
amor no hace falta ser humano, sólo se necesita un gran corazón y cuatro patas
listas para ayudar", ese es el lema que los guía para robarles una sonrisa
a jóvenes, ancianos y niños, en el hospital.
"Es una
bonita experiencia: uno sale feliz, porque los niños que están llorando por
algún dolor, se calman con los perros".
Para enfermos a
los que hay que amputarles las piernas, se utilizan mascotas discapacitadas que
usan un carrito en las patas traseras para que los niños aprendan a aceptar la
silla de ruedas.
"Somos
conscientes de que no podemos curar a los enfermos, pero nuestra misión es
hacerlos más felices y mejorar su calidad de vida. La visita de los perros
genera una actitud positiva en los enfermos".
Los requisitos
Para ser una
mascota terapeuta, los perros deben ser adiestrados durante unos ocho meses,
pasar una evaluación, caminar con correa junto al dueño, sin tirar de ella, y
responder a las instrucciones: hola, sentado, echado y quieto.
Tener más de
seis meses, contar con un certificado de salud, acumular 20 horas de servicio y
ser sociables y amigables, todo para poder cumplir a cabalidad con la noble
misión que tienen en sus vidas.
Estos
perros son seres especiales, capaces de acompañar y escuchar a las personas sin
prejuicio o discriminación. Sin ningún interés ayudan a los convalecientes y
les devuelven la sonrisa a los deprimidos.
Su
actitud amigable y juguetona hace que los pacientes se relajen y olviden sus
enfermedades, aunque sea por unas cuantas horas.
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