¡Señor!
Sé que Tú me proveíste de fuerzas y ánimos para vencer todas las dificultades
de la vida, pero hoy, ante esta pena tan fuerte que me aflige, mis piernas se
tornan vacilantes y tiemblan porque no sé qué hacer, ni a dónde dirigirme para
que la hecatombe pase de mi vista.
¡Señor! Vos que pasasteis el Calvario de vuestra
Crucifixión, os pido con todo el anhelo me apoyéis en este trance y no
permitáis que desfallezca por más tiempo perdido en la obscuridad.
Mi
dolor es tan grande y me veo tan impotente que me abandono en vuestros brazos
de Padre. ¡Ya no puedo más! Haced Vos el milagro de mi esperanza.
No os acordéis, Dios mío, de los errores de mi juventud.
Dadme la esperanza de vuestro Amor y concededme la armonía que estoy perdiendo.
Venga
a mí, Tu Reino, Señor, y báñame con el bálsamo de tus palabras, Tu Amor y Tu
Paz.
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