Necesitas conocerte sin subterfugios
porque donde pones tu identidad, pones tu felicidad o tu desdicha.
No sigas el camino oscuro de los que
desconocen su verdadero Yo, su Yo sagrado o superior, su verdadera identidad.
Lo que
realmente eres no tiene que ver tu cuerpo, con lo que posees, lo que aparentas
o lo que te llena de orgullo. No te identifiques con eso.
Seducidos por lo material es fácil
olvidar nuestra esencia espiritual
y que somos parte de Dios, somos diosecitos gracias a Dios.
Pero
también puedes engolosinarte con lo espiritual y desligarte de la vida seducido
sólo por acumular información y por lograr una cómoda iluminación.
La
verdad es que sólo a
través de los demás nos conocemos y podemos perfeccionarnos. Sin la
exigencia de las relaciones no hay avance.
Las
cualidades y defectos que vemos en los otros reflejan nuestras luces y nuestras
sombras. Los demás son tu espejo.
Mírate como un hijo de Dios, mira a
todos como hermanos y crea tu destino centrado en el amor. Allí está tu
identidad divina.
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