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¿QUÉ VALE MÁS: UN TÍTULO PROFESIONAL O UN PROPÓSITO DE VIDA?

 

MENOS PROFESIONALES CON TÍTULO Y MÁS SERES HUMANOS CON PROPÓSITO

En la sociedad actual, se le da mucho peso a los títulos profesionales, como si fueran la única medida del éxito. Sin embargo, tener un título no garantiza una vida plena o un impacto positivo en el mundo. Cada vez es más evidente que lo que realmente importa es vivir con propósito.

Desde el punto de vista personal, tener un propósito claro nos da una razón para levantarnos cada mañana. Nos motiva a enfrentar desafíos y nos ofrece una dirección en la vida. El propósito no se limita a una carrera; puede ser cuidar de la familia, ayudar a otros, o trabajar por una causa que nos apasione. Es algo que nos llena de satisfacción y nos da un sentido profundo de realización.

Desde una perspectiva profesional, es cierto que el conocimiento técnico es valioso, pero sin un propósito que lo guíe, el trabajo puede volverse vacío. Los profesionales que actúan con un propósito tienden a ser más comprometidos, creativos y efectivos en lo que hacen. Su trabajo no solo se trata de cumplir con tareas, sino de contribuir a un bien mayor.

En el ámbito social, una comunidad con personas que viven con propósito es más solidaria y justa. Las personas que se guían por valores y objetivos importantes, tienden a colaborar más, a construir relaciones más fuertes y a generar un impacto positivo en su entorno. En lugar de competir por títulos, se apoyan mutuamente para alcanzar metas compartidas.

Desde una perspectiva espiritual, vivir con propósito es alinearse con un sentido más profundo de nuestra existencia. Para muchas personas, este propósito está relacionado con sus creencias y con la idea de contribuir a algo más grande que ellos mismos. Encontrar ese propósito puede llevar a una vida más plena, en la que los títulos se vuelven secundarios frente a la satisfacción de vivir de acuerdo con nuestros valores.

 

 

REFLEXION

 En plena via de una cuarta revolución industrial, que supone un cambio drástico en la manera cómo vivimos hoy, hago un llamado para avanzar hacia una re-evolución educativa que nos capacite para sobrevivir, que desde las aulas y con toda la comúnidad académica nos permita crear una verdadera cultura de innovación, de co-creación, colaboración y claro, permita construir una sociedad feliz y próspera con sentido de propósito para todos.

 La educación dejó de ser el tradicional esquema de aula, tablero, profesor y unos aprendices, educarse hoy es diferente, es una reinvención a partir de lo que queremos (propósito), de nuestras habilidades y talentos, cómo podemos ponerlos al servicio de otros y el entorno para tener un rol más activo en la construcción social.

 

El mundo cambia

El mundo no es el mismo hoy que hace 10 años y tampoco lo será dentro de 10 o 20. Hoy nos vemos enfrentados a una nueva revolución; la aceleración tecnológica, la globalización y la multiculturalidad por ejemplo, suponen abandonar rápido algúnas formas cómo trabajamos, nos comúnicamos, relacionamos e interactúamos con el entorno.

Hemos pasado de la vieja premisa de estudiar para “encontrar” empleo, a “crear” mi propio empleo. Si bien es cierto que la tecnología hoy y mañana seguirá automatizando oficios y le “quitará” empleo a varios, también es cierto que creará nuevos que impliquen otras formas de trabajo y sobretodo, requieran competencias y habilidades diferentes a las que hoy impartimos en las aulas. La flexibilidad cognitiva e inteligencia emocional, el deseo de aprender y desaprender (learnability), la comúnicación asertiva, teletrabajo, pensamiento creativo, divergente y lógico, diversidad, colaboración, resiliencia, servicio, consciencia al entorno, entre otros serán claves para afrontar el mundo que se avecina.

 Debemos entender que cada revolución ha traído disrupción; del caballo al carro, de la imprenta a la nube, de la manufactura a la robotización, cada una con cambios radicales pero también con infinidad de nuevas oportunidades y perfiles laborales Tenemos que cambiar el chip de formar para puestos de trabajo, cuando lo más seguro es que lo que existe hoy, tal vez mañana no lo sea.

 

La tarea pendiente de la academia

Ahora bien ¿cuál es el rol de la educación en este escenario? Algúnas premisas:

·         Responder oportunamente a esta rápida transformación formando unas bases sólidas de habilidades blandas (sociales) que permitan a sus graduandos adaptarse fácil y rápido.

·         Diseñar e implementar programas de formación multi e interdisciplinaria que respondan a los cambiantes desafíos globales, sobretodo, a los intereses particulares de sus estudiantes.

·         Humanizar sus estructuras y procesos.

·         Ir más allá de la mera transferencia de conocimiento al procesamiento del mismo inspirando y movilizando seres humaños antes que números; despertar propósitos y potenciarlos.

 La investigación debe ser aplicada en la empresa, las nuevas formas de empresa (emprendedores, comúnidades, etc).

 

¿y nosotros? propósito

Todos, sin excepción, tenemos talentos únicos, el rol de cada uno es despertar en ese propósito y cultivarse para el cambio, mantenerse informado y actúalizado, trabajar en nuestra propia mejor versión.  El deber de la academia y los profesores es dar herramientas, orientar, potenciar, no moldear o modelar, si no darle vuelo a la creatividad y a esos propósitos.

 “El cambio empieza por uno mismo. Los cambios globales empiezan con pequeños cambios. Creemos comunidades. Hagamos un mundo en el que cada persona tenga un propósito”.

En resumen, en un mundo que valora tanto los títulos y logros externos, es esencial recordar que lo más importante es vivir con propósito. Los títulos pueden abrir puertas, pero el propósito es lo que nos da dirección y sentido en la vida. Necesitamos menos profesionales que solo busquen títulos y más seres humanos comprometidos con hacer del mundo un lugar mejor.

 

REFLEXIONES DE UN SACERDOTE

En nuestra búsqueda de éxito, a menudo valoramos más los títulos que el verdadero propósito de nuestras vidas. Sin embargo, Dios nos llama a ser seres humanos con un sentido profundo de misión y amor hacia los demás. Un título puede abrir puertas, pero es el propósito lo que llena el corazón y transforma el mundo. Cuando actuamos desde la compasión y el servicio, reflejamos el amor de Cristo en nuestras acciones. En lugar de enfocarnos solo en logros académicos, cultivemos un espíritu de generosidad y empatía, convirtiéndonos en instrumentos de paz y esperanza en la vida de quienes nos rodean.


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