“Una persona bloqueada emocionalmente
está bloqueada intelectualmente”
El cambio, inherente a la vida, y
necesario, no siempre es positivamente gestionado para nuestro beneficio.
Muchas personas prefieren “Malo conocido que bueno por conocer”, precisamente
por ese miedo al cambio.
Esta
realidad objetiva me llevó a introducir en muchas de mis jornadas la
incertidumbre como elemento sobre el que reflexionar vivencialmente.
¿Alguna vez te has sentido paralizado
por una situación?
Hablar en público, el miedo a tocar un perro, el miedo a las alturas, una
situación inesperada ante la cual no sabes qué hacer, una situación de esas
“Tierra trágame, ojalá no estuviera aquí ahora”… lo cierto es que si bien todos
vivimos situaciones de este tipo, ¿nos llevamos un sabor de boca relativamente agradable de la
experiencia? ¿O nos remueve algo no grato? ¿Cómo nos sentimos cuando
vivimos algo que no nos gusta y que además no esperamos que suceda? La diferencia radica en cómo
hacemos frente a esa situación.
Cuando
algo nos “toca la fibra” sin duda es por y para algo. Huir es una opción, por supuesto. Huir, quedarnos
paralizados, bloqueados, o responder “atacando”. Podemos atacar
físicamente si el peligro es real o podemos reaccionar en una actitud a la
“defensiva atacando”, cuando se trate de conversaciones. Podemos huir negando lo
evidente, huir real y físicamente, huir no implicándote en la situación…
hay muchas formas de huir.
Esta no es la cuestión.
La
cuestión es ¿Eliges huir? ¿O eliges conocerte más y averiguar qué pasa por tu
interior que hace que la situación te sea incómoda? Y sobre todo… para qué te
vale averiguarlo.
Ante estas situaciones que nos bloquean
emocionalmente hay una correspondencia intelectual, nuestras funciones
intelectuales no rinden correctamente, de hecho pasan a un segundo plano.
Ser
conscientes de qué nos pasa y qué nos ha llevado a este punto nos posiciona en
un papel de actor, no de espectador. Nos posiciona en el punto de acción. Saber qué pasa y porqué,
nos otorga el poder de decisión.
¿Cómo
convertir una sensación de impotencia ante aquello inesperado en una sensación de
empoderamiento para hacerle frente, cómo convertirla en una sensación de
“yo puedo cambiar lo que
siento”?
Hay
una base científica que sostiene este cambio. ¿Quieres conocerla?
La especie que sobrevive no es la más
fuerte sino la que mejor se adapta (Darwin)
¿Qué
nos pasa cuando nos encontramos ante una situación nueva, incierta, inesperada
y que además no nos gusta?
Nuestro cerebro tiene dos opciones:
activar el modo “supervivencia” o el modo “adaptación”.
En el segundo caso nuestro cerebro usa
e interpreta todo aquello que experimenta para adaptarse de la mejor forma a la
situación.
Todos nuestros sentidos se ponen en alerta, nuestro “mapa mental” ya no vale, y
es en este momento cuando hemos de apreciar y conocer la valiosa oportunidad
que tenemos de aprender ante la incertidumbre.
Nuestro cerebro entra en “modo
explorador”.
Necesita conocer todo lo posible sobre esa nueva situación, por ello todos
nuestros sentidos se agudizan.
La atención por ello se dispara,
Aumenta la capacidad de aprendizaje,
Aumenta la creatividad.
Nuestro cerebro cambia su funcionamiento para resolver
satisfactoriamente la nueva situación, aumentando el riego sanguíneo de
ciertas partes del mismo para facilitar este aprendizaje. Surgen ideas,
inspiración … sentimos ese
nerviosismo que acompaña a las nuevas actividades. Siempre de forma
grata.
Ahora
bien, ¿Qué ocurre cuando
nos sentimos incómodos con el cambio, con la incertidumbre, con aquello
inesperado que vivimos y de lo cual queremos escapar, pero además no podemos?
Cuando
nos sentimos de esta manera, nuestro cerebro entra en “modo supervivencia”.
Y
atención, esto es muy peligroso. Cuando nuestro cerebro percibe un peligro, sea real o sea subjetivo,
solo tiene tres opciones: ataque, huída o bloqueo.
Esquemas
mentales tales como darle vueltas a un pensamiento que me preocupa o diálogos
internos con nosotros mismos de tipo destructivo (“Ojalá no estuviese viviendo
esto”, “¿Por qué me tiene que pasar esto a mi?” “¿Qué habré hecho yo para
merecer esto?”) activan el
modo supervivencia.
¿Sabes lo que ocurre entonces en el
cerebro? Las partes responsables de la
creatividad, de la reflexión, de la negociación, del análisis, se quedan sin
aporte sanguíneo. ¿Por qué? Hay otras partes del organismo que bajo el modo de supervivencia
necesitan urgentemente aporte extra de sangre y energía: El sistema
muscular es el receptor máximo de energía y de aporte sanguíneo.
Las evidencias científicas que nos
aporta el procedimiento de imagen por resonancia magnética funcional nos
muestran que el cerebro se activa exactamente igual cuando la amenaza es un
peligro físico real que cuando no lo es. Es decir, cuando nos invaden esos
pensamientos no constructivos, rumiativos, cuando esa sensación de impotencia e
incapacidad para afrontar una situación es una realidad en mi interior, se
activa el modo supervivencia exactamente igual que cuando vivimos una amenaza
física y real.
Nuestro cuerpo quita la sangre y
energía de aquellos sistemas que son prescindibles para concentrarse en el
sistema muscular.
Nuestro cuerpo se prepara para la huída, el ataque o el bloqueo.
Además,
nuestro cuerpo comienza a
segregar adrenalina, noradrenalina y cortisol. ¿Te das cuenta de que
nuestros pensamientos cambian nuestra química? Es entonces cuando me vuelvo
irritable, irascible, negativo…
Pero
además, si este estado de
alerta se mantiene en el tiempo ¿Te das cuenta de que sistemas como el
digestivo o el inmunológico van a quedar desprotegidos?
¿Cuántas
veces un estado de
preocupación te ha generado alteraciones digestivas?¿Crees que es
casualidad?
¿Cuántas
veces has vivido épocas en
las que podías convivir con el virus de la gripe de turno y no te
afectaba? ¿También crees que es casualidad?
Creo firmemente en la necesidad de
pararnos y observar nuestra actitud y nuestra relación con el cambio. Estoy convencida de que la
energía, el tiempo y el esfuerzo que podamos invertir en conocernos un poco más
y mejor nos reportará grandes beneficios. A nosotros, a nuestra familia y nuestro entorno social y
profesional.
La clave no es enfocarse en aquello que
quiero evitar sino en aquello que deseo alcanzar.
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