El
calzado se creó para proteger los pies de los peligros de los caminos y de las
inclemencias del tiempo, pero se convirtió en la génesis de numerosas
patologías derivadas del mal uso de este invento.
El calzado ideal es aquel que se
adapta a la estructura y a la función del pie, y que aporta protección y
soporte, aspectos que favorecen la caminata.
Los zapatos deben respetar el tamaño del pie en todos los
niveles (lo que incluye el tobillo, el empeine y los dedos). La longitud debe ser suficiente para que los
dedos puedan mantenerse estirados y el espacio, el adecuado para que puedan
moverse al caminar.
Un experto de empresa de calzado,
especializada en zapatos ergonómicos, explicó que habitualmente la gente usa los llamados zapatos de
descarga, que inciden tanto en el talón como en la planta del pie, en
detrimento del arco central de la extremidad.
“Por desgracia los zapatos y las superficies
duras y planas estabilizan el cuerpo de forma artificial, y ello puede determinar que
algunos músculos importantes no trabajen o que otros se sobrecarguen”.
Eso genera disbalances que, al
prolongarse en el tiempo, son fuente de muchos problemas de postura y de
dolores como los de espalda, cadera, rodillas y tobillos.
Los podólogos advierten que el calzado debe ser flexible en
la zona de las articulaciones metatarsofalángicas (donde comienzan los dedos)
en cuanto al corte y la suela se refiere; además, un calzado sujeto al pie y
con un contrafuerte (refuerzo en la parte del talón) resistente es imprescindible para aportar
seguridad y estabilidad a la marcha.
El
calzado debe estar bien equilibrado de forma que, al posarlo sobre una
superficie plana, la suela se apoye en el tacón y la zona
metatarsal. Al ejercer una presión de arriba a abajo, a la altura del tacón, la
puntera del calzado no debe elevarse hacia arriba; eso garantiza una buena
estabilidad anteroposterior.
El experto recuerda que “el dolor en el área en la que
nacen los dedos es un problema muy frecuente que puede aparecer, incluso en
ausencia de alteraciones del pie, cuando se corre en superficies duras o se
usan tacones altos o suelas sin amortiguación”.
“No obstante, lo más habitual es que las
incomodidades del pie estén producidas por trastornos de estos, como los pies
clavos (con arcos pronunciados), planos o con juanete, junto al uso de un
calzado incorrecto”.
Para cualquier podólogo es muy importante el tacón en el
zapato, pues da estabilidad al caminante. Las medidas homologadas
indican que su altura intermedia debe ser de unos dos a cuatro centímetros; eso
quiere decir que no debe ser ni totalmente plano, para no sobrecargar el talón,
ni demasiado alto, para no sobrecargar el antepié.
El tacón muy alto,
principalmente el puntilla, suele obedecer a dictados de la moda, aunque ello
suponga alteraciones para la salud.
Un informe publicado en Salute Nature reveló
que el 80 por ciento de las italianas sufre dolores o se
enferman por culpa de la moda, que las anima a ponerse tacones altísimos, ropa ajustada
o vestidos ligeros.
Las principales causas de estos problemas son los vestidos demasiado cortos o
ajustados, los zapatos de tacón puntilla y los tejidos sintéticos.
En el informe se resaltó que los zapatos de
tacón alto producen, además de callos, heridas, problemas de circulación y juanetes, que “sufre una de
cada tres mujeres”.
Además este calzado hace que el cuerpo
desplace su centro de gravedad hacia adelante, lo que es compensado con
contracciones musculares de la espalda e incluso el cuello para mantener una
posición erguida (evitar que caigan hacia adelante).
Si bien las mujeres consideran
que, además de aumentar la estatura, les da una posición más grácil y erguida,
lo cierto es que pueden acabar con problemas de salud.
Los callos plantares siempre son signo de uso
de calzado inadecuado y constituyen
una extensa y densa capa de piel muerta, que frecuentemente aparece en
la yema de los dedos, metatarso y base del talón. Para eliminarlos deben lavarse los pies con agua tibia y
piedra pómez y aplicar regularmente crema humectante. Nunca corte los callos con
tijeras, pues las heridas pueden sangrar e infectarse
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