“La
oración es la mejor arma que tenemos; es la llave al corazón de Dios.
Debes hablarle a Jesús, no solo con tus labios sino con tu corazón. En
realidad, en algunas ocasiones debes hablarle solo con el corazón…”
“La
oración no es otra cosa que la unión con Dios. Todo aquel que tiene el
corazón puro y unido a Dios experimenta en sí mismo como una suavidad y dulzura
que lo embriaga, se siente como rodeado de una luz admirable.”
“La Palabra de Dios es digna en todos vuestros esfuerzos.
Abrazarla en toda su pureza e integridad, y difundirla con el ejemplo y la
predicación, es una gran misión. Esta es vuestra misión hoy, mañana y el resto
de vuestras vidas”.
“La
paz comienza con una sonrisa.”
“La persona humana tiene una necesidad que es aún más
profunda, un hambre que es mayor que aquella que el pan puede saciar -es el
hambre que posee el corazón humano de la inmensidad de Dios”.
“La
soberbia hace su voluntad, la humildad hace la voluntad de Dios ”
“La trampa del demonio no te hará caer, a menos que ya
estés mordiendo el anzuelo del diablo.”
“La
vida humana debe ser respetada y protegida de manera absoluta desde el momento
de la concepción. Desde el primer momento de su existencia, el ser
humano debe ver reconocidos sus derechos de persona, entre los cuales está el
derecho inviolable de todo ser inocente a la vida”.
“La
vida no pertenece al hombre. Le sobrepasa porque ha sido recibida de Dios. Es
sagrada. Ningún hombre puede disponer de ella a su antojo.”
“Las cruces, desprecios, dolores y aflicciones son los
verdaderos tesoros de los amantes de Jesucristo crucificado”.
“Las lágrimas no piden perdón, lo merecen.”
“Limpia
tu corazón de toda pasión terrenal. ¡ Humíllate en el polvo y reza ! Así
encontrarás con certeza a Dios, que te dará serenidad y paz en esta vida y
eterna beatitud en la otra. ”
“Los ángeles sólo nos tienen envidia por una cosa: ellos
no pueden sufrir por Dios. Sólo
el sufrimiento nos permite decir con toda seguridad: Dios mío, mirad cómo os
amo.”
“Los demonios no son los que le han crucificado, eres tú
quien con ellos lo has crucificado y lo sigues crucificando todavía,
deleitándote en los vicios y en los pecados.”
“Los padres de familia que tienen la responsabilidad de
la educación humana y cristiana de los hijos, confiando también en la ayuda
experta de educadores y catequistas serios y bien formados”.
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