Le pregunto a una persona volcada en servir y ayudar a los demás a
costa de su propia felicidad.
¿A qué cree usted que vino a la Tierra? Su
respuesta obvia: Dios me
mandó a servir a los demás.
Difícil sacar a alguien de esa trampa en la
que suele estar parapetado el ego: “Tan buena yo que sirvo a todos”.
La verdad es que cada ser viene acá es a amarse sin medida y a ser
feliz.
Esa
es la primera prioridad de la vida.
Es insensato olvidarte de ti por pensar en los demás y eso
refleja que te quieres muy poquito.
Es normal dedicarse a ayudar para buscar reconocimiento o aprobación debido a una autoestima muy baja.
Además, buen número de ayudas son dañinas
porque se interfiere en
los aprendizajes de los demás.
Ámate y solo sirve si no interfieres, si te lo piden, si sabes cómo, si
tienes con qué y si tu ego no está buscando aprobación.
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