La mayoría de los negocios que se emprenden
fracasan en el primer año. Las razones son múltiples, pero existen cinco áreas
que concentran los errores: la persona que lo emprende, los socios, la idea de
negocio, la situación personal y la gestión del crecimiento.
Cinco son las áreas que deben tenerse en cuenta a
la hora de emprender un negocio:
1.- La persona que lo emprende.
Debe tener
capacidad de lucha. Puede que no tenga madera de emprendedor, pero si tiene
empuje, las cosas pueden salir adelante. Deben distinguirse dos aspectos,
porque existe una confusión entre el motivo por el que se crea el negocio y la
motivación.
Motivo: me han
despedido, odio a mi jefe, me quiero forrar. Esto es algo irrelevante porque
todos tendríamos alguna razón.
Motivación: una
ilusión enorme por emprender, porque fructifique el proyecto. La ilusión es el
motor, pero tampoco debe cegarnos.
2.- Los socios.
Este aspecto se
trata muy poco en las escuelas de negocios y es la explicación a muchos
cierres. Cuando te unes a alguien, no hay que olvidar que es para compartir
trabajo y propiedad. El 95 por ciento de los empresarios, asegura que es mejor
hacerlo solo. Nadie quiere lo mismo con el paso del tiempo, las prioridades
cambian, las necesidades vitales se van modificando y empieza a haber
divergencias sobre los objetivos. Por eso, recomienda, aunque sea duro, pactar
antes la separación.
3.- La idea de negocio.
No son tan
importantes las ideas; las malas se ven venir. Lo fundamental es la forma que
toma la idea: es el modo en que le das valor delante del cliente. No es lo que
voy a vender, si no por qué quiero hacerlo.
Intentar
emprender esa idea en sectores que se conozcan, para evitar un fracaso
asegurado por desconocimiento.
4.- Situación personal.
Hay personas que
creen que por crear su propio negocio van a tener una vida personal más
equilibrada. Lo ven como una huída hacia delante, pero se equivocan. Requiere,
entre otras cosas, mucha energía y también la diversificación de los ingresos
familiares.
5.- La gestión del crecimiento.
El primer año lo
aguanta todo el mundo. Lo difícil es gestionar el crecimiento: falta liquidez,
hay más trabajo. También hay que tener en cuenta la diferencia entre empresario
y emprendedor, porque estos últimos son a veces unos gestores desastrosos. Hay
quien es muy bueno para crear, pero muy malo para crecer.
La principal
razón del fracaso es la copia de modelos obsoletos, “lo que lleva a basar todos
los proyectos en lo que llamamos sabiduría convencional”.
El alma de una
empresa no es un producto o un servicio, ni siquiera un plan. “El alma es un
modelo de negocio; un sistema transgresor que sea capaz de cambiar las reglas
del juego dentro de un ámbito del mercado”. Lamentablemente, añade, “la mayoría
de las veces vemos a los emprendedores haciendo más de lo mismo, intentando
diferenciarse por calidad, precio o por las mismas razones que los demás. Por
ello, pasan a ser parte del rebaño y a competir por los mismos pastos”.
Es distinto gestar un negocio que gestionarlo. El
que lo crea es quien enciende la llama de la creatividad, el que inventa nuevos
mundos, formula modelos e implanta incluso a pequeña escala. Quien lo gestiona
“es el que puede hacer explotar a gran escala un proyecto, mantener la visión
en el largo plazo y realizar la ingeniería fina para que la empresa siga un
rumbo ascendente”.
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