Robinson Crusoe es un náufrago que, al
afrontar tantas peripecias y azares, nos impele a dar lo mejor sin desfallecer.
La
novela de Daniel Defoe, escrita en 1719, se inspiró en la vida del marinero
escocés Alexander Selkirk quien
estuvo cuatro años solo en una isla.
En ningún momento Crusoe se da por
vencido, y mantiene una perspectiva
optimista respecto a su futuro.
Toma
dinero del barco encallado, algo inútil en la isla porque las herramientas y
provisiones son las valiosas para su supervivencia.
La
novela es una elegía a la denodada lucha del ser humano ante la adversidad y al tesón que vence
cualquier obstáculo.
Al
novelista Daniel le tocó
afrontar la muerte de su madre cuando tenía diez años, y como adulto una quiebra económica, y
deudas recurrentes.
Una de
las lecciones de la obra es la
aparición del indígena que viene a llenar su soledad y a recordarnos que
sin relaciones somos muy
pobres.
Cuando
tu ánimo esté bajito, afianza
tu fe, apóyate en lo mejor de ti y cree firmemente que vendrán días mejores.
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