Adulación y ganancias falsas
Usted
necesita que las personas le digan la verdad, pero sólo la verdad de los temas
en los que ellos son expertos. Me temo que
esto es exigir demasiado de la naturaleza humana, porque uno de los hábitos de la humanidad es darle a
usted opiniones sobre temas que seguramente usted conoce algo más que ellos.
…En la actividad comercial y empresarial las palabras de adulación no
cuentan; en ese ámbito, lo único que importa es el
resultado. Los resultados mensurables desplazan muy rápidamente a los
aduladores que intentan ser consejeros. En la política, únicamente la inteligencia del líder
político puede detectar a los aduladores por lo que realmente son.
…Los presidentes de directorio
a menudo son halagados por un éxito que en realidad no existe. Las cuentas se
disponen de tal manera que parecen demostrar que se han obtenido grandes
ganancias.
Aquellos que escriben sobre la actividad
comercial alaban los esfuerzos de los directores de esa corporación, los adulan sin darse cuenta de
que se han convertido en una parte de la vanidad de esos directores. El
valor de las acciones de la corporación se eleva y las reuniones de directorio
se convierten en una farsa.
Los directores presumen y alardean del éxito de su compañía; los bancos están ansiosos por prestarle dinero a la
corporación y escuchan absortos y con atención las palabras de su presidente;
el presidente es invitado a formar parte de otros directorios, y en
confidencia, hace alusión
al secreto de un éxito aparente.
Todo es falso, todo es adulación. El
alto valor de las acciones de esta compañía disminuye y, en consecuencia,
facilita su compra por parte de otras empresas, cambiando sus acciones infladas
por las buenas acciones de las víctimas de la corporación. Éstas pueden tener
dinero en el banco, pero parecen pedestres y carecen de brillo cuando se las
compara con el espectacular triunfo de la ahora gran corporación. Un día, por
un sinnúmero de razones hasta cierto punto insignificantes, se volverán en
contra de la gran corporación y ésta será vista como realmente es: un espacio
vacío.
Entonces las reuniones de directorio se convertirán en encuentros
salvajes; los accionistas gritarán con furia mientras pierden la posibilidad de
obtener ganancias de sus acciones; los bancos, que alegremente habían recibido
millones en pago de intereses, exigen una devolución de su capital con una
prisa que equivale a defraudar a los accionistas usando el dinero de ellos. Lo peor de todo es que los trabajadores de la
corporación, que no ganaron nada y trabajaron con la intención de no arriesgar
nada, pierden su trabajo. Pierden su empleo sin ninguna advertencia,
compensación o, incluso, comprensión.
A menudo estas tragedias industriales suceden en
las épocas en las que el trabajo es escaso y no se consigue fácilmente.
Ése es el verdadero peligro de la adulación, cuando es tomada en serio.
Las fantásticas palabras de un
individuo que sucumbe a la adulación no son nada comparadas con el daño que
causa la vanidad colectiva de los administradores de una corporación cuando se
dedica a la búsqueda de un éxito ilusorio. Las cosas empeoran aun más cuando
las personas a cargo de la administración utilizan esta ilusión de éxito para
buscar el prestigio personal y una posición de privilegio.
Engañar a otros, aunque se haga
involuntariamente, puede ser (por razones complejas) motivo de admiración, pero
el engañarse a sí mismo es siempre detestable. Sin embargo, no descarte del todo la adulación porque
habrá ocasiones en las que necesitará de ese dudoso arte. Recuerde siempre que
la adulación es la infantería de las negociaciones.
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