Un cargador de agua de la
India tenía dos grandes vasijas que colgaba a los extremos de un palo y que
llevaba encima de los hombros.
Una era perfecta y conservaba toda
el agua, otra tenía
grietas y cuando llegaba solo tenía la mitad del agua.
Otro cargador que se percató de eso le dijo un día que arrojara esa vasija rota
porque estaba dilapidando parte de su dura labor.
El aguador le dio las gracias y le dijo que conversarían sobre eso en
semanas, cuando llegaba la primavera.
Cuando la naturaleza se vistió de verde y estrenó sus preciosas flores
,el aguador llamó a su colega y le dijo:
De regreso a casa quiero que notes las bellísimas flores que crecen a lo largo del camino. Están allí gracias al agua que salía de la tinaja rota.
De regreso a casa quiero que notes las bellísimas flores que crecen a lo largo del camino. Están allí gracias al agua que salía de la tinaja rota.
En efecto había una profusión de muchas flores hermosas a lo largo del
camino y el amigo le dijo: Me
has dado una preciosa lección.
A veces creemos que perdemos, pero si actuamos con amor, un día nos damos cuenta que ganamos
y que es dando como se recibe.
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