De
niño Walt Disney se crió en una granja y allí desde pequeño estaba en contacto
con los animales y jugaba con ellos.
Una tía llamada Margaret se dio cuenta que le gustaba
dibujar y le regaló un simple block y una cajita con lápices de colores.
Muy
pronto el niño estaba dibujando todo lo que veía en la granja, en especial los
animales y la naturaleza.
En la escuela sus dibujos eran distintos a lo que pedía
el profesor: sus animales hablaban y las flores sonreían o hacían muecas.
Un
día afirmó con determinación “seré un artista”. Estudió dibujo, pero en sus
inicios no fue fácil y afrontó problemas económicos.
El triunfo se demoró en arribar y llegó de la mano de su
ratoncito Mickey que al comienzo fue rechazado en Nueva York.
Pero
el entusiasmo de Walt y su creatividad no tenían límites y Mickey se convirtió
pronto en una sensación mundial.
De
Walt hay que valorar y, ojalá, imitar, su confianza, su tesón, su persistencia
y el buen uso que le dio a su poderosa imaginación. Fue un visionario.
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