Un sabio dijo a un discípulo: “Busca un trabajo que te
apasione y no volverás a trabajar nunca en tu vida”.
La diferencia entre un campeón y un perdedor es que el primero se
apasiona por lo que hace.
En otras palabras, el triunfador vibra con un deseo intenso,
se entrega totalmente y se compromete a fondo.
Solo
con una pasión arrolladora se llega a la cima del
Everest o se conquista una medalla de oro olímpica.
Da Vinci era un ser apasionado por las artes,
Beethoven lo era por la música y Colón por los viajes.
Elige
vibrar con un deseo intenso, ámate, quiere lo que
haces y mira los obstáculos como retos.
Levántate
animoso de cada caída, no te hundas con las decepciones y usa bien todos tus
poderes: Mental, emocional, espiritual.
Sé paciente, asume riesgos y recuerda que las peores barreras son las
que estás en tu mente.
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