Para
Aristóteles, el corazón era la casa del alma; los egipcios dejaban el corazón
dentro del cuerpo, pero removían y almacenaban los demás órganos, pensando que
era ahí donde residía el ka, o sustancia primordial del faraón.
Incluso la cultura popular suele asociar el corazón a las
emociones, de manera que sentimos “corazonadas” y no “cerebradas” al referirnos
a intuiciones. Pero resulta que esto podría tener una base neuronal.
El neurólogo Agustín Ibáñez de la Universidad Favarolo de
Buenos Aires trató a un paciente al que llamaremos Carlos, con una curiosa
particularidad: sentía dos
corazones.
Carlos se sometió a una operación para instalarle un
dispositivo que le ayudara a su débil músculo cardiaco a bombear sangre, pero
atravesó por una extraña consecuencia. Cada segundo o poco más, Carlos sentía la vibración de su
marcapasos en el estómago. Al modificar el cuerpo del paciente, la
medicina también modifica la mente: Carlos actuaba, pensaba y se sentía
diferente después de la operación.
Esto
puede explicarse a través de la “interocepción”, es decir, la capacidad de
percibir el movimiento interno del cuerpo. A decir de William James, las
emociones se revuelven en un movimiento de ida y vuelta entre el cuerpo y el
cerebro; según esta teoría, el cerebro es capaz de registrar intelectualmente
una amenaza, pero es nuestra interocepción o conciencia del aumento en el
latido del corazón, lo que activa el reflejo de huida y alerta. En cierto sentido, una corazonada
es tanto la intuición intelectual de un suceso como la reacción corporal a él.
Un
pequeño ejercicio de interocepción consiste en contar los propios latidos del
corazón sin tocarse el pecho. Una de cada cuatro personas logra una precisión
del 50%, lo que implica que habitamos nuestro cuerpo sin ser completamente
conscientes de él; nuestra forma de vida moderna no necesariamente
depende del reflejo de huida y ataque, por lo que escuchamos muy poco los
mensajes que nuestro cuerpo nos envía en forma de intuiciones y corazonadas.
Esta
percepción interna del propio cuerpo es lo que explicaría cosas como el
síndrome de la mano ajena, el miembro fantasma, y la extraña sensación que
Carlos tenía en el estómago a causa de su marcapasos. La gente con alta
interocepción ha reportado mayor sensibilidad para reconocer las emociones
faciales en los demás, y también para evitar amenazas potenciales.
El
misterio de la interocepción se explica como la capacidad de reaccionar
intelectual y visceralmente a una amenaza o intuición; y más que un
misterio, se trata de la habilidad para desarrollar una comunicación con
nuestro propio cuerpo.
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