La
vida se acrecienta dándola y se debilita en el aislamiento y la comodidad.
Madura a la vez que nos damos a los otros.
La
vocación del cristiano es la santidad, en todo momento de la vida. En la
primera de la juventud, en la plenitud del verano de la edad madura, y después
también en el otoño y en el invierno de la vejez, y por último, en la hora de
la muerte.
Las cuestiones controvertidas nunca deben resolverse con
el recurso de las armas.
Las deportaciones forzadas, la eliminación sistemática de
pueblos y el desprecio de los derechos fundamentales de la persona son las
tragedias que, desgraciadamente, aún hoy humillan a la humanidad.
Las
lágrimas no piden perdón, lo merecen.
Las mismas miserias de la vida se convierten en delicias
celestiales si sabemos encontrar en ellas el placer de cumplir la voluntad de
Dios.
Las mortificaciones que no van condimentadas con la salsa
de nuestra propia voluntad son las mejores y las más excelentes, como las que
nos tropezamos por la calle, sin pensar en ellas ni buscarlas, y las de cada
día, aunque sean pequeñas.
Las
obras de amor al prójimo son la manifestación externa más perfecta de la gracia
interior del Espíritu.
Las penas, consideradas en sí mismas, ciertamente no
pueden ser amadas, pero consideradas en su origen, es decir, en la Providencia
y Bondad divina que las ordena, son infinitamente amables.
Las políticas familiares basadas en la esterilización
masiva, en la promoción del aborto o del divorcio producen resultados
dramáticos: la
desintegración de la célula fundamental de la sociedad.
Las reivindicaciones de los legítimos derechos de las
mujeres plantean en la Iglesia profundas preguntas que no se pueden eludir
superficialmente. El sacerdocio reservado a los varones, como signo de Cristo
Esposo que se entrega en la Eucaristía, es una cuestión que no se pone en
discusión. Pero en la Iglesia las funciones no dan lugar a la superioridad. Y
una mujer, María, es más importante que los obispos.
Las
riquezas son verdaderas espinos; ellas punzan con mil espinos al adquirirlas,
muchas inquietudes conservándolas, con muchas disgustos gastándolas, y con
muchas pesares perdiéndolas.
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