Steve Jobs tenía 23 años
cuando nació su hija Lisa y por años le negó la paternidad y el sustento que
necesitaba para criarse y educarse.
Su madre tuvo que
apañárselas con ayudas sociales y Lisa ahí, sin el apoyo sentimental y de afecto
del padre. Dice ella:
"Yo era una mancha en su espectacular ascenso, ya que no encajaba con la narrativa de grandeza y virtud que él quería para sí mismo".
"Yo era una mancha en su espectacular ascenso, ya que no encajaba con la narrativa de grandeza y virtud que él quería para sí mismo".
Jobs no contribuyó a la
manutención hasta que se vio forzado. Otros ayudaron a pagar el estudio o la acogieron
a veces en sus casas.
En una terapia familiar, siendo adolescente, confesó: “Me sentía sola y esperaba que
él me diera las buenas noches”.
Ahora vive bien con su sus hijas y su buen esposo y asegura: “Así me hubiera gustado verlo,
pendiente, sensible y vivaz”.
Él le pidió perdón antes de
morir en 2011 por no haber pasado más tiempo con ella, olvidar sus
cumpleaños y no devolverle las llamadas. Lisa le perdonó.
¡Ah, cómo nos
cuesta a los humanos poner de primero el amor! No hay que juzgar a Jobs porque sus padres lo
dieron en adopción.
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