Dado que estoy llamado a vivir lo que pido a los demás,
también debo pensar en una conversión del papado.
De esta amistad con Jesús nacerá también el impulso que
lleva a dar testimonio de la fe en los más diversos ambientes, incluso allí
donde hay rechazo o indiferencia.
Debemos
descubrir de nuevo el gusto de alimentarnos con la Palabra de Dios,
transmitida fielmente por la Iglesia, y el Pan de la vida, ofrecido como
sustento a todos los que son sus discípulos. Creer en Jesucristo es, por tanto,
el camino para poder llegar de modo definitivo a la salvación.
Debemos
perdonar siempre recordando que nosotros mismos hemos necesitado el perdón.
Tenemos necesidad de ser
perdonados mucho más a menudo que de perdonar.
Dejar que digan, escucharlo, sufrirlo todo; no espantarse
por nada y continuar con fidelidad y buen ánimo.
Déjenme ir a la casa del Padre (sus últimas palabras)-
Deseo llamar la atención... Basta con mirar la realidad
de la multitud ingente de hombres y mujeres, niños, adultos y ancianos; en una
palabra, personas concretas e irrepetibles que sufren el peso intolerable de la
miseria.
Dichoso
es quien no tiene más gozo y alegría que las palabras y obras del Señor.
Dios golpea sin cesar las puertas de nuestro corazón.
Siempre está deseoso de entrar. Si no penetra, la culpa es nuestra.
Dios lo que más odia después del pecado es la tristeza,
porque nos predispone al pecado.
Dios no es un ser indiferente o lejano, por lo que no
estamos abandonados a nosotros mismos.
Dios
no manda cosas imposibles, sino que, al mandar lo que manda, te invita a hacer
lo que puedas y pedir lo que no puedas y te ayuda para que puedas.
Dios prefiere nuestra fidelidad en las cosas pequeñas que
nos encomienda, mucho más que el ardor por las grandes que no dependen de
nosotros.
Dios
se deja conquistar por el humilde y rechaza la arrogancia del orgulloso.
Dios, que es acto puro y no tiene nada de potencialidad,
tiene un poder activo infinito sobre las demás cosas.
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