La Iglesia no pretende detener el admirable progreso de
las ciencias. Al contrario, se alegra e incluso disfruta reconociendo el enorme
potencial que Dios ha dado a la mente humana
La Iglesia se dirige al hombre en pleno respeto a su
libertad; propone, no impone nada; respeta a las personas y a las culturas, y
se detiene ante el sagrario de la conciencia.
La Iglesia tiene que ser el lugar de la misericordia
gratuita.
La inteligencia es la velocidad de reacción, para
percatarme que estoy equivocado.
La juventud no está muerta cuando está cercana al
maestro.
La
Ley de Cristo, que se cumple en el amor, nos obliga a procurar la salvación de
las almas más que la del cuerpo.
La Ley ha sido dada para que se implore la gracia; la
gracia ha sido dada para que se observe la ley.
La
mayor amenaza es el gris pragmatismo de la vida cotidiana (…) La fe se va desgastando y
degenerando en mezquindad. Se desarrolla la psicología de la tumba, que
poco a poco convierte a
los cristianos en momias de museo (…) ¡No nos dejemos robar la alegría evangelizadora!.
La
medida del amor es amar sin medida.
La mejor obra que se puede hacer en este mundo es atraer
a las almas perdidas al buen sendero, a la virtud.
La
naturaleza es la mejor maestra de la verdad.
La nueva evangelización debe implicar un nuevo
protagonismo de cada uno de los bautizados.
La ociosidad camina con lentitud, por eso todos los
vicios la alcanzan.
La
oración es un verdadero descanso.
La
paciencia que tienes en la adversidad, es la que tienes y nada más.
La palabra «solidaridad» está un poco desgastada y a
veces se interpreta mal, pero es mucho más que algunos actos esporádicos de
generosidad (Pg.149).
La
parroquia tiene que estar en contacto con los hogares y con la vida del pueblo,
y no puede convertirse en una prolija estructura separada de la gente o en un
grupo de selectos que se miran a sí mismos.
La paz no se escribe con letras de sangre sino con la
inteligencia y el corazón.
La
peor prisión es un corazón cerrado.
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