Dios
mío, siempre puedo evitar el sufrimiento, pero no siempre puedo evadir el dolor
porque es parte de la vida.
El
sufrimiento es no aceptación, es dolor con desamor; por eso cuando amo
de verdad tengo dolores pero no sufro.
O sea, no reniego ni me hundo, no me consumo en la rabia ni me lleno de amargura haciendo resistencia a la realidad.
En mi camino ya he tratado seres de luz que están el
valle del dolor y lo aceptan serenos y en armonía.
Francisco de Asís te cantaba a ti, Dios mío, mientras su cuerpo estaba lleno
de llagas y ya había perdido la vista.
Y hay enfermos que tienen dolores y son un espejo de
serenidad y de gozosa aceptación.
Por eso quiero vivir más unido a ti, Señor, ya que con tu Espíritu no me deprimo y salgo adelante.
Sufrir
no me acerca a ti como predican algunos. Me amo, amo a los otros y elijo
no sufrir. Tú, Padre, eres
mi guía y mi amor.
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