Pide al Rey del cielo prudencia y paciencia porque estas dos virtudes
valen más que el oro.
Son valores que te dan equilibrio, te alejan de
los extremos y te ayudan a decantar lo que te hace daño.
Cuando eres prudente también asumes riesgos, pero lo haces con cautela
y sabiduría.
La prudencia te ayuda a tener un buen discernimiento en lo que haces, dices o piensas. Medita lo que dice un proverbio
chino:
"Hay tres cosas que nunca vuelven atrás: la palabra pronunciada,
la flecha lanzada y la oportunidad perdida".
Ora y Dios también te ayudará a ser paciente con tus
procesos y los de los demás. Cada ser tiene su propio ritmo.
No intentes cambiar a otros porque ya sabes que tú mismo no siempre
logras lo que deseas en tu actuar.
¿Por qué te ofuscas cuando los otros no son como tú quieres que sean,
si tú mismo no logras ser lo que quieres ser?
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