La
dieta básica de los veganos incluye frutas y verduras. Rechazan alimentos de
origen animal.
Cuando en un asado de domingo la adolescente de la
familia se excusa y dice: "Paso...
¿no te acuerdas que soy vegetariana?", la reacción puede variar entre una
disculpa, un chiste o el comentario: "Bueno, ahora te alcanzo la
ensalada". Lo cierto es que minutos después nadie se acordará del
incidente, y mucho menos de si la vegetariana comió.
Lo mismo puede ocurrir en las salidas con amigos, en las
que los locales de comida rápida son una de las opciones favoritas. La vegetariana podrá pasar
airosa sin tener que probar una hamburguesa y sin que nadie se lo reclame.
En últimas, volverse vegetariano o vegano en la adolescencia es la excusa casi
perfecta para comer lo menos posible; el problema es que abre las
puertas a un peligroso camino de descenso de peso en busca de una imagen
corporal idealizada.
"Suelen
ser niñas de 14 o 15 años en adelante, que, frente a la necesidad de esconder
sus dietas extremas, toman el sistema de ser vegetarianas o veganas, que ya
está armado; como este incluye el no consumo de carnes, lo que las salva
de ingerir comidas rápidas, les permite no tener que enfrentarse al mundo con
la etiqueta de decir que hacen dieta", dice Mónica Katz, directora de la
especialización en Nutrición de la Universidad Favaloro (Buenos Aires).
Un estudio publicado en la revista Journal of Adolescent
Health, por ejemplo, mostró
que perder peso es la principal razón por la cual los adolescentes adoptaban
una dieta que excluía alimentos de origen animal.
Otra investigación halló que el 20 por ciento de los adolescentes vegetarianos
cedían a los atracones de comida, un porcentaje cuatro veces mayor que
el de sus pares no vegetarianos. Y ese porcentaje se incrementaba aún más
cuando las jóvenes abandonaban el vegetarianismo.
Para entonces, la máscara que ocultaba el trastorno
alimentario se había vuelto insostenible, dejándolo expuesto.
De acuerdo con Carmen Mazza, consultora del servicio de
nutrición del hospital pediátrico Garrahan, el más importante de su tipo en
Argentina, "este es
un fenómeno que se ve menos en el ámbito hospitalario, porque para la clase
media y baja el consumo de verduras y frutas es más difícil por su costo".
Por tanto, dice la experta, se trata de algo que se ve más en las clases altas.
Este fenómeno ha sido poco estudiado en América Latina,
pero en Estados Unidos y en Europa cada vez se encuentran más publicaciones
médicas que confirman y analizan su existencia.
Cuidado
con estos signos
El
primer signo de alarma es, justamente, que de un día para otro un joven
comience a hacer una selección muy específica y abrupta de los alimentos que
come. "Una selección a veces bizarra, como comer solo verduras y
arroz", asegura Mónica Katz.
Otra actitud que debe encender las alertas es cuando evitan todo tipo de producto
animal.
Ojo
con los cambios emocionales o sociales en los hijos. Se recomienda
consultar primero al pediatra y luego a un nutricionista y a un psicólogo.
Motivos esconden el real objetivo
Según
los expertos en afectados por este problema, hay que analizar si los motivos
filosóficos (querer evitar la matanza de animales) o saludables (elegir
una dieta 'más sana') por los que llegan al vegetarianismo son reales. Cuando
no lo son, lo más seguro
es que se trate de una pantalla que esconde el verdadero y único objetivo:
privarse de comer para bajar de peso.
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