Se cuenta que hace muchos
años en Tailandia un terrible bandido cayó en la cuenta de todo el mal que
había causado.
Queriendo expiar sus fechorías fue donde un sabio monje y le dijo: Soy un pecador y estoy atormentado. ¿Cuál es la salida? ¿Qué puedo hacer?
Dime qué sabes hacer, le preguntó el monje, después de dirigir al
bandolero una mirada profunda y compasiva.
No sé hacer nada bueno,
repuso el bandido. Y el buen hombre le dijo: Debe haber algo que sepas hacer bien.
Solo tengo talento para hacer estragos y robar, repuso. Y el monje
agregó: ve a un lugar
tranquilo y roba toda la belleza del universo.
Roba la luz del sol y las
estrellas, el color de las flores, el canto del agua y la majestad del cosmos y
lleva todo eso a tu interior, donde Dios mora.
El ladrón quedó perplejo y pensativo. Charló un buen rato con ese buen
hombre y luego se marchó sonriente.
La historia dice que
con el tiempo ese ser se iluminó,
cambió y se convirtió en un
sabio maestro y un ser de luz.
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