"En
la vida todos tenemos un secreto inconfesable, un arrepentimiento irreversible,
un sueño inalcanzable y un amor inolvidable."
Las
mujeres y hombres maduros de ahora hemos llegado a una edad maravillosa en la
que emprendemos el camino del desaprendizaje.
Fuimos criados con la creencia de que debíamos ser los mejores en todo: mejores
estudiantes, mejores esposas, mejores esposos, mejores profesionales, mejores
madres y padres, etc.
Fuimos educados con la creencia de que TODO es pecado.
Ha llegado la hora del desaprendizaje o lo que mi hija
llama graciosamente, el importaculismo ("Todo me importa un poco")
Ha llegado la hora de decir NO en muchas ocasiones, de
mandar al carajo los compromisos y las obligaciones.
Pasó
la hora de las responsabilidades desvelantes.
Ahora nos gusta estar solos, disfrutar buenas
conversaciones con gente que no nos insulta y que cree lo mismo que nosotros o
que no le importa que opinemos diferente.
Es la hora de hablar de todo sin necesidad de sostenerlo
como medio de defensa.
Es
hora de ver películas, de estar en una finca, de ir a pescar a río Tigre,
durante la semana, de leer, de escuchar, de sonreír y de burlarse de la mayoría
de los mortales que viven pendientes de las pendejadas.
Nosotros ya demostramos que las responsabilidades fueron
bien atendidas por nosotros, que hicimos las cosas lo mejor posible, que
dejamos huellas, que somos buenas personas.
Lo que nos queda de vida es para nosotros, para disfrutar,
para cumplir el mandamiento divino de amarnos a nosotros mismos
Por eso vamos a hacer lo que nos da la gana.
Viajar al máximo, tomando café con amigas y amigos,
conversando con todo el que nos encontremos.
Ya
pasó la época de los roles
Lo
que fuimos, fuimos; ahora somos para nosotros mismos sin tener que rendir
cuentas a nadie.
Los demás seguirán su camino de responsabilidades y de
afanes, de preocupaciones y nerviosismos
Nosotros ahora, estamos por encima del bien y del mal.
Vamos a museos, asistimos a conferencias y si no nos
gusta nos salimos sin que nos importe, redescubrimos al Quijote.
Ahora
asistimos con mayor frecuencia a entierros y nos damos cuenta de que se
aproxima el nuestro, pero estamos preparados, pues al fin y al cabo vivir es
mortal.
La
vida es para nosotros una profunda experiencia interior, lejos de mitos, ritos,
limosnas y pecados sin fin.
Es la hora de empezar a relajarnos y de conversar largas
horas con uno mismo, que es el único que permanece siempre, ahora y después de
que abandonemos la nave del cuerpo
Nos rodean pocos seres a quienes amamos profundamente y
que seguirán viviendo sus propias experiencias, estemos nosotros o no.
Mandaremos para donde sabemos a la gente que nos molesta,
la tóxica.
Quienes
nos buscan sin egoísmos van a encontrar una sonrisa, una mirada tierna y
comprensiva, un consejo acertado o no, afecto.
Somos, ahora sí, libres de ataduras, de prejuicios, de
creencias.
Somos
libres si no le tememos ni a la vida ni a la muerte...
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