Cuenta la historia que un sultán
poderoso y rico en dinero, pero desdichado, fue a consultar a un sabio visir y
le dijo:
¿Qué fórmula me das para ser feliz? El buen hombre le dijo: Basta
con amarse y amar.
Pero
si deseas una receta mágica busca
a un ser realmente feliz y te pones la camisa con la que labora.
Entonces
el sultán envió emisarios a todas partes para que encontraran a alguien que
fuera absolutamente feliz.
Estos
buscaron sin tregua, pero hallaron a pocas personas que en verdad mostraran con
hechos que eran felices.
Un día vieron a un humilde hombre
sonriente y cantando a pleno sol mientras araba la tierra y vivía con su esposa y sus dos niños en una
humilde choza.
El
sultán fue y lo miró
trabajando feliz bajo un solo candente y le dijo: Quiero que me des tu camisa,
por ella te daré una gran fortuna.
El
labriego sonrió y contestó: Bueno, yo no tengo camisa; con este clima no la
necesito.
Ojo: No hay fórmulas facilistas sobre
la felicidad, pero ella no está en tener sino en ser.
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