Escuchar
no es procesar las palabras sino abrir el corazón para que el otro se sienta
comprendido.
La auténtica comunicación solo
es posible desde el entendimiento, el respeto y la confianza en el otro.
Escuchar con el corazón, el cuerpo y la mente es el mejor regalo que podemos
hacer a una persona.
Responda
las siguientes preguntas:
¿Escucho
sin hablar, aunque conozca el final de lo que me dicen?
¿Escucho al interlocutor sin darle importancia a su aspecto?
¿Suelo
juzgar antes de que terminen de exponerme algo?
¿Intento entender
las entrelíneas de lo que oigo?
¿Permito que el otro acabe de hablar sin interrumpirlo?
¿Trato
de entender lo que me dicen y porqué?
¿Me
concentro en lo que me manifiestan ignorando el entorno?
¿Miro a quien me habla a los ojos?
¿Al dialogar dejo de hacer lo que estaba haciendo?
¿Escucho
con la misma atención a personas de diferente sexo o edad?
Sume las respuestas afirmativas. Menos de cinco significa que su capacidad para
atender es muy deficiente. De cinco a siete, debe prestar más atención.
Más de siete, va por buen camino.
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