“Bienvenidos
a la hermosa ciudad de Manizales”, fueron las primeras palabras que escuché
mientras bajaba del avión en el aeropuerto la Nubia, después de 14 años de
vivir en Bogotá, para donde me fui en busca de nuevas oportunidades laborales.
Manizales desde el alto de Letras
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a Manizales ha sido como el final de un cuento, donde todo se organiza para que
su protagonista sea felíz, la única diferencia es que no era el final, sino el
inicio de otro capítulo en un lugar paradisíaco, en la mejor ciudad para vivir
de Colombia.
En Manizales el despertar en las mañanas puede ser por un
rayito de sol que se cuela por la ventana o por el frio intenso de la madrugada
y antes de abrir los ojos se escucha un concierto con el canto de los pajaros,
asi que el despertador no retumba, sino que trina.
Panorámica de la ciudad
Aquí
todo se hace con calma, no hay prisa; en Manizales no te tomará horas
manejando por autopistas llenas de vehiculos para llegar hasta la oficina. Yo
pasé de 4 horas diarias en el carro, a tan solo 4 minutos por trayecto, y si hay trancón, que también pasa, es una
ciudad no lo olvides… me tomará 6 minutos.
Parar en los
semáforos ya no es un sinónimo de
miedo, subir ventanas, poner seguros al carro, esconder el celular o la cartera, al contrario, siempre pienso ojalá esté en rojo, mientras
bajo la ventanilla para saludar a Edwin quien vende frutas frescas en la
esquina, mangos, mandarinas, ciruelas, melocotones, variando su oferta según la
temporada; me cuenta que todo va super bien y que es un dia grandioso mientras
sonrie.
En
cualquier trayecto por la ciudad no se escuchan pitos enfurecidos de
conductores desesperados, el peatón tiene
prioridad y se conoce el significado de la cebra para dar el paso. Esto
es un verdadero ejemplo ciudadano.
Atarceder en la zona de la torre del cable
Ahora
dejo que el clima me soprenda a diario, una vez me levanto abro un poco la
ventana y me uno al plan inicial: frio, neblina, sol, lluvia, lo que sea que el
clima escoja para iniciar esta muy bien, porque seguro en el transcurso
de las 24 horas del dia, pasaré por todas las anteriores. Es la ventaja de
estar viviendo en una ciudad que en cuanto al clima a todos nos da gusto, asi
que reparte las horas para diferentes estados del tiempo.
¿Cómo
no vivir felices en una ciudad que te ofrece páramo, lagunas, nieve y aguas
termales a unos cuantos minutos de carretera y que hacia el otro costado de la
ciudad te ofrece sol, piscinas, fincas cafeteras y paisajes montañosos completamente
verdes?
Manizales en la noche
Quienes tenemos la fortuna de tener la familia cerca,
sabrán de que les hablo cuando el momento de las comidas llega: en el desayuno,
almuerzo y cena, la mesa está llena con las personas que amamos al rededor,
siempre hay tiempo para la familia y el comer juntos es un maravilloso hábito
que aún se mantiene. Asi que pasé de
almuerzos a domicilio, de comer en la oficina a toda carrera para seguir
trabajando, a tener un
espacio para compartir, hablar y abrazar a quienes me hacen vibrar.
Una vez se cierra
la puerta de tu casa, siempre encuentras un saludo, una sonrisa, un muy
buenos dias, una mano amiga, alguien que ayuda; es que en Manizales se respira
un aire fresco, lleno de cordialidad.
Como
si fuera poco, en las tardes esta fábrica de atardeceres juega con el cielo, como un lienzo donde pinturas de diferentes colores crean la más
hermosa obra de arte, para hacerla cada día cambiante.
Enseñar esta hermosa ciudad a quienes no la conocen, ya
se me ha vuelto todo un plan: Paseo chi-co (Chipre – Antiguo Coca cola) y
terminando con la vista de la ciudad
desde el cerro de oro, recorrer el
centro histórico y la carrera 23 caminando, mientras se calman todos los
antojos de comidas locales que han estado por años ubicados en el mismo lugar,
pero no olvido dejar espacio para la buena oferta gastronómica de restaurantes
y cafés que ahora embellecen aún mas el centro.
El paseo en el cable aereo no puede faltar y si es la
hora del atardecer, mejor aún. La zona del cable es el punto de encuentro
ideal. Manizales lo tiene
todo y ese todo queda siempre cerca, por eso en esta ciudad si hay posibilidad
de hacer muchos planes en un solo dia y de darse el lujo de tener calidad de
vida.
Mientras escribo estas palabras voy volando de regreso a
Manizales, miro por la ventanilla del
avión y el color verde es el que predomina. Pensar que es ahí abajo
donde vivo, que esta tierra es mi
casa y confirmar que no todo en la vida es dinero, me hace felíz, me hace
suspirar hasta al alma.
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