Acompañamiento
De acuerdo con María Lucía Algarra, rectora del colegio
Gimnasio Iragua, antes de llegar a la adolescencia hay unas etapas previas de
desarrollo en las que los padres tienen que estar presente desde el principio.
Si tiene dudas sobre lo que está haciendo su hijo lo mejor que un padre puede
hacer es abordarlo abiertamente. “A la fuerza nada es bueno y efectivamente
hablar sí es el camino más largo, pero también el más sostenible y efectivo
antes de esculcarle las redes sociales a nuestros hijos”, agregó.
Afirma que ese acompañamiento debe ser siempre porque “el papá que llega de
improviso como en paracaídas a la adolescencia del hijo a pedirle cuentas, está
perdido”. Es importante construir una relación con el hijo desde que
nace y esta relación se debe favorecer a través de la presencia física. “De esta manera en la adolescencia habrá un
camino avanzado y los padres podrán intervenir de la mejor manera posible porque
conocerá a sus hijos”, señaló Samira Rodríguez.
Mantener
abierta la comunicación
La comunicación es clave y dejar canales de comunicación
abiertos puede prevenir que los niños se encuentren con una amenaza a su
seguridad en línea. Cuando estos canales se construyen desde que los niños son
pequeños, se les está enseñando a contar con un adulto de confianza cuando algo
los haga sentir tristes o incomodos. “Cuando un niño tiene esto claro desde la
temprana edad va a ser más fácil que durante su pre adolescencia o adolescencia
tenga la confianza de contar sus cosas porque aprendieron que cuando se abren
con sus papás o con un adulto que los quiere no van a ser juzgados sino que
serán apoyados”, indicó Viviana Quintero, psicóloga y coordinadora de Telecomunicaciones
de Red PaPaz.
Para Algarra es cierto que a los papás les hace falta valentía y les asusta
preguntarles a los hijos con quién están hablando y de qué, “pero los
encuentros se deben buscar a como dé lugar. Los hijos saben que de sus papás no vendrán sino cosas
buenas y en últimas sabrán que hacemos todo por su propio bien”.
No
espiar el celular ni las redes
Para Quintero, el acompañamiento se debe hacer de frente
al niño y sin espiarle. Es decir fisgonear en sus redes sin su consentimiento
no es aconsejable pues con ese comportamiento le está enseñando que cualquier
cosa vale cuando quiero conseguir algo.
La psicóloga Karen Rivera, del colegio The Victoria School, cuando un padre
hackea las redes de sus hijos sin su consentimiento, “ellos crean maneras de
ocultar las cosas. La
confianza se termina de destruir y eso deja a los niños sin protección”.
Dice que en estas circunstancias ellos tomarán medidas, como por ejemplo, crear
perfiles de los que los papás no tienen conocimiento. Al revisar sin consentimiento
sus redes ellos sentirán una violación a su intimidad y ocultarán aún más su vida cibernética. “No es
la vía”, apunta Rivera. No obstante, si
un padre siente que su hijo está en peligro, por ley puede revisarle las redes,
no sin antes comunicárselo. “La Corte Constitucional permite que para
garantizar la seguridad de los niños los papás pueden acceder a las cuentas sin consentimiento de los
mismos, pero esta es una medida de emergencia y no permanente. Yo, para
acompañar a mi hijo, no lo puedo hackear a diario”, concluyó Quintero.
Hay
edad para todo
De acuerdo con Quintero, cuando un papá les entrega a sus
hijos dispositivos inteligentes les está dando acceso a las aplicaciones de
redes sociales aun cuando el niño no está en condiciones de entenderlas. “Las
redes sociales tienen unos términos y condiciones en donde están estipuladas
las edades de uso, que en Colombia son 13 y 14 años, y se deben respetar.
Cuando las plataformas digitales decidieron poner estos mínimos lo hicieron
pensando en el nivel de desarrollo que tienen los niños y lo hicieron revisando
una serie de estudios de desarrollo cognitivo que mostraron en qué momento
desarrollan ciertas habilidades como, por ejemplo, distinguir entre una
información verdadera o falsa. Por eso la edad optima de uso se debe cumplir”,
puntualizó.
Es
importante que los padres no equipen a los hijos con tecnologías desde temprana
edad porque así estarán precipitándolos al uso de redes sociales.
Los
padres deben ser ejemplo
En muchas ocasiones los papás están haciendo uso de las
redes sociales para tratar temas que se deberían manejar personalmente. “Si yo
soy el primero que se comunica con su familia a través del chat familiar y solo
construyo encuentros en estos espacios digitales, ¿con qué autoridad le puedo
exigir a mi hijo que haga algo diferente?”, pregunta Algarra.
De acuerdo con la psicóloga Johana Gaviria, del Colegio
The Victoria School la aplicación de mensajería WhatsApp se ha convertido en un
medio de comunicación que vuelve impersonales las relaciones padre e hijos.
Muchos padres preguntan a sus hijos por WhatsApp por qué no hicieron la tarea
en vez de confrontarlos personalmente y según ella “el buen manejo de las redes
deben hacerlo tanto hijos como padres. El adulto que usa sus redes sociales e invierte mucho
tiempo en Facebook, Instagram o Twitter, está dejando de usar ese tiempo en la
educación de sus hijos”, dice.
Conozca
la tecnología y las redes
Si los padres de familia conocen las redes y su
funcionamiento será más fácil guiar a sus hijos en el uso de las mismas. Es
importante que los padres se adelanten en este tema a ellos y las entiendan
para poder orientar una discusión crítica frente a las redes sociales. “¿Qué
estás mostrando? ¿Para qué lo estas mostrando? ¿Qué quieres que vean en ti?
¿Conoces los riesgos de lo que estás dando a conocer? ¿Distingues lo que es tu
vida privada de lo que no lo es?”. Los expertos consultados aconsejan que por
lo menos usen una red social para entender la importancia que tiene el mundo
digital para sus hijos.
“Como
adultos asumimos que los jóvenes saben a qué se arriesgan y en realidad ellos
no lo saben. Por eso los padres deben estar enterados de cuáles son los riesgos
de lo que publican sus hijos y hablarlo con ellos abiertamente”,
concluyó Gaviria.
LA GRAN MAESTRA RIVEROS
Su
nombre era Sra. Riveros mientras estuvo al frente de su clase de 5º grado, el
primer día de clase lo iniciaba diciendo a los niños una mentira. Como la mayor parte de los profesores, ella
miraba a sus alumnos les
decía que a todos los quería por igual. Pero eso no era posible, porque ahí en
la primera fila, desparramado sobre su asiento, estaba un niño llamado: Facundo
Moreno.
La Sra. Riveros había observado a Facundo desde el año
anterior y había notado
que él no jugaba muy bien con otros niños, su ropa estaba muy descuidada y
constantemente necesitaba darse un buen baño. Facundo comenzaba a ser un
tanto desagradable. Llegó el momento en que la Sra. Riveros disfrutaba al
marcar los trabajos de Facundo con una fibra roja haciendo una gran X y
colocando un cero muy llamativo en la parte superior de sus tareas.
En la escuela donde la Sra. Riveros enseñaba, le era
requerido revisar el historial de cada niño, ella dejó el expediente de Facundo
para el final. Cuando ella revisó su
expediente, se llevó una gran sorpresa.
La Maestra de primer grado escribió: “Facundo es un niño muy brillante
con una sonrisa sin igual. Hace su trabajo de una manera limpia y tiene muy
buenos modales... es un placer tenerlo cerca".
Su maestra de segundo
grado escribió: “Facundo es un excelente estudiante, se lleva muy bien con sus
compañeros, pero se nota preocupado porque su madre tiene una enfermedad
incurable y el ambiente en su casa debe ser muy difícil".
La maestra de tercer grado escribió: "Su madre ha muerto, ha sido muy
duro para él. El trata de hacer su mejor esfuerzo, pero su padre no muestra
mucho interés y el ambiente en su casa le afectará pronto si no se toman
ciertas medidas".
Su maestra de cuarto grado escribió: “Facundo se
encuentra atrasado con respecto a sus compañeros y no muestra mucho interés en
la escuela. No tiene muchos amigos y en
ocasiones duerme en clase".
Ahora la Sra. Riveros se había dado cuenta del problema y
estaba apenada con ella misma. Ella comenzó a sentirse peor cuando sus alumnos
les llevaron sus regalos del dia del maestro, envueltos con preciosos moños y
papel brillante, excepto Facundo. Su regalo estaba mal envuelto con un papel amarillento que él había
tomado de una bolsa de papel. A la Sra. Riveros le dio pánico abrir ese
regalo en medio de los otros presentes. Algunos niños comenzaron a reír cuando
ella encontró un viejo brazalete y un frasco de perfume con solo un cuarto de
su contenido. Ella detuvo las burlas de
los niños al exclamar lo precioso que era el brazalete mientras se lo probaba y
se colocaba un poco del perfume en su muñeca.
Facundo Moreno se quedó ese día al final de la clase el tiempo
suficiente para decir: “Sra.
Riveros, el día de hoy usted huele como solía oler mi mamá". Después de que el niño se fue ella lloró por lo menos una hora.
Desde
ese día, ella dejó de enseñarles a los niños aritmética, a leer y a
escribir. En lugar de eso, comenzó a
educar a los niños.
La Sra. Riveros puso atención especial en Facundo.
Conforme comenzó a trabajar con él, su cerebro comenzó a
revivir. Mientras más lo
apoyaba, él respondía más rápido.
Para el final del ciclo escolar, Facundo se había convertido en uno de los niños
más aplicados de la clase y a pesar de su mentira de que quería a todos
sus alumnos por igual, Facundo se convirtió en uno de los consentidos de la
maestra.
Dos años después, ella encontró una nota debajo de su
puerta, era de Facundo, diciéndole que ella había sido la mejor maestra que había tenido en toda
su vida.
Cinco años después por las mismas fechas, recibió otra
nota de Facundo, ahora escribía diciéndole que había terminado el
secundario siendo el tercero de su clase
y ella seguía siendo la
mejor maestra que había tenido en toda su vida.
Cinco años después, recibió otra carta que decía que a
pesar de que en ocasiones las cosas fueron muy duras, se mantuvo en la escuela
y pronto se graduaría con
los más altos honores. Él le
reiteró a la Sra. Riveros que seguía siendo la mejor maestra que había tenido
en toda su vida y su favorita.
Cuatro años después recibió otra carta. En esta ocasión
le explicaba que después de que concluyó su carrera, decidió viajar un poco. La carta le
explicaba que ella seguía siendo la mejor maestra que había tenido y su
favorita, pero ahora su
nombre se había alargado un poco, la carta estaba firmada por Dr. Facundo
Moreno
La historia no termina aquí, existe una carta más que
leer, Facundo ahora decía que
había conocido a una chica con la cual iba a casarse. Explicaba que su padre había muerto hacía un
par de años y le preguntaba a la Sra. Riveros si le gustaría ocupar en su boda el lugar que usualmente
es reservado para la madre del novio, por supuesto la vieja maestra
aceptó y adivinen... Ella llegó usando
el viejo brazalete y se aseguró de usar el perfume que Facundo recordaba que
usó su madre la última Navidad que pasaron juntos.
Se dieron un gran
abrazo y el Dr. Moreno le susurró al oído, "Gracias Sra. Maestra por creer en mí. Muchas gracias por
hacerme sentir importante y mostrarme que yo puedo hacer la diferencia".
La Sra. Riveros con lágrimas en los ojos, tomó aire y
dijo, “Facundo, te equivocas, tú fuiste el que me enseñó a mí que yo puedo hacer la diferencia.
"No
sabía cómo educar hasta que te conocí".
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