¿A
qué se debe la abundancia de la mediocridad como forma de vivir y contemplar el
mundo?
¿Qué
parámetros podemos establecer para catapultar nuestras vidas al más alto
desempeño?
La excelencia responde a la necesidad
profunda del ser humano de conseguir desarrollar sus aptitudes y talentos de la
manera más eficaz posible.
Paradójicamente,
la excelencia se convierte
para muchos de nosotros en un muro infranqueable. La razón subyacente es
que nuestra mente tilda la
excelencia y la maestría como algo casi heroico e inhumano. Nos
autoconvencemos de la imposibilidad de manifestar nuestra pasión al más alto
nivel de desarrollo.
Nuestra
mente elucubra frases como: “Debemos
realizar un sacrificio extremo para alcanzar el objetivo”; “Me perderé muchos placeres en
el camino” o “Sólo
aquellos que han sido dotados con una gran fortaleza tienen la capacidad de
conseguirlo”. Tiramos balones fuera e inventamos excusas para no
acometer con responsabilidad las acciones pertinentes que nos ayuden a
progresar en nuestro campo.
Esta
actitud propicia el enorme
desnivel que existe entre la gente preparada y experta en su campo, y la
vasta capa social cuya única motivación es tener un salario para subsistir en el día a día.
La diferencia no estriba en las capacidades, talentos y aptitudes innatas, sino que se debe al esfuerzo,
mentalidad y persistencia implicados en el proceso de aprender, evolucionar y
progresar como persona.
Las
personas que consiguen éxito y excelencia en su desempeño son aquellos que se entregan de
manera absoluta a su causa y su pasión personales, realizando las tareas y los
aprendizajes diarios con determinación y convicción empleando toda su
creatividad, recursos e inteligencia para lograr destacar de manera
consistente en su área de desempeño.
La excelencia es la responsable de
liberar las capacidades humanas y elevarlas a un nuevo nivel de maestría. Es la que permite que
este mundo progrese y se vuelva más consciente. Es la que posibilita que
elevemos el listón y nuestro techo de lo que catalogamos como “imposible”.
Las personas que practican de manera
consistente la excelencia son aquellos seres humanos inconformistas e
irrazonables que buscan una oportunidad de desafiar las convenciones y los
límites de progreso y mejora establecidos por la sociedad. La excelencia es el causante
directo de las cosas bien hechas y los comportamientos íntegros e
intachables. ¿No es razón suficiente para empezar aplicarla con convicción
desde HOY?
Existen varias claves poderosas capaces
de producir acciones que pregonen la excelencia como un valor insustituible. Estas son cinco
grandes visiones que faciliten este nuevo modelo:
1. Ten claro tu rol-pasión
Resulta
imprescindible saber cuál es nuestro rol y pasión en nuestra existencia para
así poder optar a la excelencia. Todas aquellas personas que han alcanzado la
maestría saben lo que quieren manifestar, como van a hacerlo, y cuál es su
fuego interior que permita seguir al pie del cañón cuando las fuerzas flaqueen.
La excelencia sólo es posible en la mente que capta con absoluta claridad, cuál
es su propósito y sentido particulares.
2. Aplicar el fundamento de la mejora
continua e ininterrumpida: El Kaizen
Esta
filosofía japonesa hace hincapié en la tremenda importancia que tiene la mejora
y el aprendizaje constantes durante el día a día. La maestría viene precedida
de un esfuerzo diario y persistente por mejorar aquellas áreas que ocuparán
nuestro futuro desempeño. En la cultura de empresa esta filosofía se hace
patente con la aplicación de la metodología MCCT (Mejora Continua hasta la
Calidad Total). Necesitamos desarrollar nuevos conocimientos y aprendizajes diarios
para tomar mejores decisiones que nos lleven a obtener resultados excelentes.
3. Rodéate de gente creativa, positiva
e inteligente
Rodearse
de gente positiva, creativa y alentadora propicia un interés y una motivación
por progresar voraces. Se produce una estupenda sintonía en el que cada idea
tiene un hueco y una consideración de aplicación. Tus más altas energías se
liberan, ya que el ambiente de creatividad y receptividad permite sacar nuestro
mejor yo a la palestra. La excelencia se consigue en aquellos grupos de
personas rebosantes de energía, positividad, ganas y altas dosis de compromiso.
4. Sal de tu zona de confort y aplica
tu visión con convicción
La
excelencia cobra fuerza en aquellas personas irrazonables que aplican su visión
impecablemente. Son personas que asumen riesgos y que no se dejan amedrentar
por las circunstancias imperantes. Tienen un enfoque claro del resultado que
desean obtener y lo persiguen con tesón cada momento de cada día. No se afincan
en una comodidad sedentaria que mine su capacidad de emprender. Son visionarios
y saben que tarde o temprano lo van a conseguir. Son personas excelentes.
5. Ten un ardiente deseo de crecimiento
y contribución
Todas
aquellas personas que han alcanzado la excelencia tienen un aspecto en común:
crecer y contribuir de manera constante. El crecimiento y la contribución son
los catalizadores que producen subir los estándares y no dejar de luchar por
ellos. La excelencia es un valor que está totalmente alineado con la necesidad
del ser humano de progresar, y poder dejar un legado que sirva y satisfaga a
otros. Por eso, desarrolla en tu interior ambas necesidades y haz que florezcan
de la mejor manera.
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