Según
un estudio, preferimos que nos digan las cosas de forma directa, sin adornos ni
rodeos.
A nadie le gusta tener que dar una mala noticia. Por
ejemplo, quieres acabar con una relación de pareja pero solo de pensar en
decírselo a la otra persona te pones de los nervios porque no quieres hacerle daño.
Habéis quedado a cenar con ese objetivo pero te pasas el
primer cuarto de hora mostrándote amistoso, siendo zalamero y hablando de
naderías antes de atreverte a entrar en materia.
La otra forma de hacerlo, la correcta, según un estudio
estadounidense: llegas, te sientas y antes de que la persona que está a punto
de ser abandonada pueda ni siquiera consultar el menú le dices:
Malas noticias como 'quiero dejar de salir contigo' o
'estás despedido', mejor
con franqueza y de forma directa
"Tenemos que hablar". Así, sin más preámbulos.
Y es que, como han descubierto los autores de la citada investigación, los
profesores de lingüística Alan Manning, de la Universidad Brigham Young, en
Utah, y Nicole Amare, de la Universidad del Sur de Alabama, a la hora de recibir una mala
noticia como el fin de una relación los seres humanos preferimos el estilo
directo y al grano, sin medias tintas, rodeos ni paliativos que pretendan
endulzarnos la realidad.
El experimento consistió en bombardear a los
participantes con una serie de informaciones no gratas presentadas de formas
variadas visuales, textuales y verbales.
A la hora de transmitir un mensaje negativo respecto a
una relación social (por ejemplo, "quiero dejar de salir contigo" o
"estás despedido"), Manning y Amare constataron que la gente valoraba que se lo dijeran con
franqueza y de forma directa, sin intentar endulzarlo a base de fórmulas
educadas.
No hace falta empezar por "voy a romper
contigo", sería demasiado duro, pero con un simple "tenemos que
hablar" le das al receptor del mensaje unos cuantos segundos para empezar
a procesar que le van a dar una mala noticia.
Negar
los hechos no sirve de nada
También si esta versa sobre problemas de salud, incluso
algo tan fuerte como "tienes
cáncer, te quedan dos meses de vida", la mayoría de los individuos prefieren que se
lo digan sin rodeos y lo más ajustado a la verdad. Según Manning,
"negar los hechos no sirve de nada. Si tu casa está ardiendo, tú quieres
saberlo para poder salir. Y si tienes cáncer, lo mismo. Quieres saber la verdad
y no escuchar al médico haciendo circunloquios".
Durante el estudio, los 145 voluntarios que participaron
recibieron una panoplia de malas noticias y situaciones negativas, contadas de
varias formas posibles. Luego tuvieron que valorar cada mensaje que recibieron
en función de su percepción al respecto: si era claro, considerado, directo, eficaz, sincero,
específico y razonado.
También puntuaban cuál de estas características valoraban
más.
La
mayoría de ellos prefirió la claridad y el estilo directo por encima de
las otras características. Según Manning, investigaciones previas sobre el tema
y los consejos que se daban a la hora de dar malas noticias no eran tan
concluyentes, en parte porque estaban planteadas en función del que da la mala
noticia, para hacérselo más fácil.
Pero eso crea incertidumbre en el receptor de la
información.
"Desde
el punto de vista de quien tiene que contar algo malo a otra persona, sin duda
es psicológicamente más cómodo endulzarlo y dar rodeos, lo cual explica que
antes se aconsejara hacerlo de esta manera. Pero nuestra investigación
parte de la premisa de ponerse en el lugar de quien recibe la mala noticia y
qué forma de recibirla te parece menos desagradable. Y la realidad es que los receptores prefieren la
forma directa", dice Manning.
Eso no quita que en ocasiones haya que dorar un poco la píldora al depositario de la
información negativa. Cuando el propósito es ser persuasivo para que
alguien cambie de opinión, es
necesario preparar una estrategia de ir poco a poco, pues los mensajes que afectan al
sistema de creencias o ideas de una persona y a su identidad y su ego son más
delicados de presentar.
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