Revisemos
la siguiente secuencia lógica y descifremos la incógnita:
1 =
5
2 =
25
3 =
325
4 =
4325
5 =
?
Tómate
unos minutos antes de dar una respuesta.
Quizás hayas decidido responder inmediatamente que 5 =
54325, si es así, te has equivocado. Vuelve a revisar la secuencia.
Probablemente
te hayas puesto a desempolvar alguna fórmula matemática o a buscar estrategias
mentales complicadas que te permitan descifrar esta incomoda interrogativa.
Si te fijas bien, la primera afirmación que se da en la
propuesta numérica es que 1 = 5, así que
entonces 5 = 1. Sumamente sencillo y lógico. La respuesta estaba allí
frente a tus ojos desde un principio. No tenías que hacer ninguna operación
matemática o analizar alguna secuencia complicada. La respuesta era tan simple
que no la tuvimos en cuenta como primera opción.
Este ejercicio mental que a mi particularmente me “rompió
el coco” la primera vez que me lo presentaron, nos permite reflexionar acerca
de nuestras vidas. Cuantas veces queremos
enredarnos, buscando respuestas complicadas, cuando el
arte de vivir realmente es tan sencillo. Queremos adornarnos con
confusas parafernalias, que al fin y al cabo son un disfraz vacío que no nos
lleva a ninguna parte. Pasamos de largo
ante la maravillosa belleza de lo simple y de lo sencillo.
Queremos definir
conceptos transcendentales como el Amor, la Pasión, la Paz con ideas
estrafalarias que construyen un laberinto oscuro en nuestras mentes, cuando
la realidad es que el logro de estos anhelos primarios, conlleva consigo de
manera intrínseca, el poseer una carga inmensa de humildad.
Del mismo modo, durante toda nuestra historia hemos
querido definir a Dios desde una perspectiva teológica y filosófica fuera del
alcance de la mayoría de la población común. Se le define con
palabras rebuscadas, conceptos complicados, cuando la simpleza de Dios es tan
increíble que nos sorprende. Tal vez para definirlo simplemente podríamos
utilizar palabras como “papá” o “amigo”. Sumamente simple y hermoso.
Malgastamos años y
años de nuestra vida buscando el verdadero camino a la felicidad. Y no nos
damos cuenta que siempre ha estado allí, al lado de las personas que nos aman
tal cual somos, de los amigos que no nos exigen más de lo que podemos dar,
en la caricia sincera de aquel que nos otorga su cariño sin que ni siquiera se
lo pidamos, del amor infinito que nos brindan y que por la rutina de los días no hemos aprendido a valorar.
No dejes jamás de disfrutar la
belleza de lo simple, allí encontraras las verdaderas respuestas. Tal vez no debas percibirlas
con la mente, la razón muchas veces nos hace equivocarnos. Utiliza con más frecuencia tu corazón para
descifrar los maravillosos misterios que la vida va colocando en nuestro
camino. Tal vez lo que
buscas esta frente a tus ojos...
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