¡Espíritu
Santo! Jesús invita a los hombres a seguirle. A uno invita a dejar las
redes de pesca, a otro el campo, a un tercero la mesa de recaudaciones; a todos
llama personalmente. Él pronuncia las palabras de invitación: “Ven, sígueme”
(Mt 4,19). Y ellos siguen
la llamada y aceptan sus exigencias.
¡Espíritu Santo! Tú despiertas las vocaciones religiosas.
Tú suscitas el anhelo del perfecto seguimiento de Jesús en los corazones de los
jóvenes.
Tú
confieres a cada uno tus dones según tu beneplácito, y nadie llega al
sacerdocio o al estado religioso sin tu moción, sin tu impulso amoroso y si tu
guía.
Para que la Iglesia de hoy tenga vocaciones, es necesaria tu acción.
Por eso te pedimos hagas germinar la gracia de la vocación en el corazón de muchas personas. Dales valor para seguir con
generosidad el llamado y vivir con alegría su vocación.
Consérvales el primer amor a Cristo, para que perseveren fieles y
lleven mucho fruto, como los sarmientos que permanecen unidos a la vid.
“Enciende en nosotros la
luz de la gracia, derrama amor en el corazón vacío, y robustece siempre con tu
fuerza la debilidad de nuestro cuerpo”.
Amén.
Ven,
Espíritu Santo,
y envía del Cielo
un rayo de tu luz.
Ven, padre de los pobres,
ven, dador de gracias,
ven luz de los corazones.
Consolador magnífico,
dulce huésped del alma,
su dulce refrigerio.
Descanso
en la fatiga,
brisa
en el estío,
consuelo
en el llanto.
¡Oh luz santísima!
llena lo más íntimo
de los corazones de tus fieles.
Sin tu ayuda,
nada hay en el hombre,
nada que sea bueno.
Lava
lo que está manchado,
riega
lo que está árido,
sana
lo que está herido.
Dobla
lo que está rígido,
calienta
lo que está frío,
endereza
lo que está extraviado.
Concede a tus fieles,
que en Ti confían
tus siete sagrados dones.
Dales
el mérito de la virtud,
dales
el puerto de la salvación,
dales
la felicidad eterna.
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