Seguro
que has visto en infinidad de películas la típica escena en la que alguien ahoga sus
penas en una tarrina de helado tras una ruptura amorosa. A raíz (o quizá
como consecuencia) de la visualización de este tipo de escenas, el 81% de las
personas creemos que si
nos damos un capricho cuando estamos “de bajón”, automáticamente nuestro humor
mejorará.
Un
grupo de científicos ha tratado de averiguar cuánto de verdad hay en esta idea.
Para ello han realizado un experimento muy sencillo:
El experimento
Para realizar el experimento utilizaron
4 fases diferenciadas:
Fase 1: Escogieron a un conjunto de
personas y les preguntaron (de manera individual) qué caprichos alimentarios se daban
cuando estaban de bajón o habían tenido algún tipo de problema. Las respuestas mayoritarias
fueron chocolate o helado.
Fase 2: Todas esas personas visionaron
un video de 18 minutos de duración con la intención de generarles ansiedad y un
estado de ánimo depresivo.
Tras el visionado del video se midió el estado de ánimo de todos los
participantes mediante cuestionarios.
Fase 3: En esta fase dividieron a todos
los participantes en 3 grupos diferenciados
Grupo A: Les dieron de comer el capricho que
habían confesado en la fase 1.
Grupo B: Les dieron de comer algo distinto a lo
que habían dicho en la fase 1. Generalmente algo bastante más sano y saludable
que su elección.
Grupo C: No se les dió ningún tipo de comida.
Fase 4: Mediante cuestionarios se
volvió a medir el estado de ánimo de todos los participantes.
Los resultados
El estado de ánimo de todos los
participantes mejoró en la segunda medición. Esto quiere decir que tanto los que comieron
el capricho (Grupo A) como los que comieron la comida sana (Grupo B) mejoraron
su estado de ánimo de idéntica forma. Incluso aquellos que no comieron nada
(Grupo C) también mejoraron su estado de ánimo.
Existe la teoría de que al igual que
tenemos un sistema inmunológico que nos protege de las enfermedades, también
tenemos un Sistema Psicológico Inmune que nos hace recuperarnos de los estados
de ánimo negativos.
La diferencia es que lo conocemos casi todo sobre el sistema inmunológico de
nuestro cuerpo y sin embargo aún nos queda mucho por aprender sobre su homónimo
psicológico.
Que no sepamos cómo funciona este
sistema no quiere decir que no sintamos sus efectos. Sin embargo
atribuímos que dichos efectos se deben a la ingesta de un capricho momentáneo,
cuando en realidad las personas que no comen nada (según el experimento)
también mejoran su estado de ánimo.
Ante estos resultados cabe preguntarnos
si realmente es el tiempo el que todo lo cura o somos nosotros mismos los que
nos curamos.
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