Se
cuenta que después de cumplir los 70 años, Leonardo da Vinci sufrió un ataque de parálisis
que le inmovilizó el brazo derecho.
El
versátil artista italiano no
se hundió en el desespero, antes bien, con un entusiasmo ejemplar
aprendió a pintar con la mano izquierda.
Cree, pues, que el peso de los
problemas depende más de tu mal humor que de su misma dificultad y complejidad.
Y esto
es tan claro que por ahí ves ciegos felices mientras otros reniegan y maldicen
porque no soportan la miopía o algo menor.
Tú mismo eliges superarte o deprimirte,
aceptar o renegar, llorar por las dificultades o crecer con ellas.
Se sabe
que el pintor francés Renoir, atacado por la artritis se hacía atar los
pinceles a sus dedos para seguir pintando.
Y el pintor Manet, al ver que sus
cuadros eran rechazados sistemáticamente en las galerías y los salones, tomó
una decisión:
En 1867 alquiló un salón y expuso con otros artistas no
aceptados. Nació así el famoso Salón de los Rechazados que impulsó el
Impresionismo. Eran seres ricos en confianza y pobres en apatía.
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