Durante la Edad de Hielo, muchos animales murieron a
causa del frío.
Los erizos dándose
cuenta de la situación, decidieron unirse en grupos. De esa manera se abrigarían y protegerían entre
sí, pero las espinas de cada uno herían a los compañeros más cercanos, los que
justo ofrecían más calor. Por lo tanto decidieron alejarse unos de otros
y empezaron a morir congelados.
Así que tuvieron
que hacer una elección, o aceptaban las espinas de sus compañeros o
desaparecían de la Tierra. Con
sabiduría, decidieron volver a estar juntos. De esa forma aprendieron a
convivir con las pequeñas heridas que la relación con los demás pueden
ocasionar, ya que lo más importante es el calor del otro.
Y así pudieron
sobrevivir.
Moraleja de la historia
La mejor relación no es aquella que une a personas
perfectas, sino aquella en que cada individuo aprende a vivir con los defectos
de los demás y admirar sus cualidades.
La Luz y
el Amor que necesita el mundo están guardados en tu corazón.
REFLEXIONES DE UN PSICOLOGO SOBRE ESTA FÁBULA
Esta fábula nos habla de la importancia de mantener límites saludables en nuestras relaciones personales. Aunque deseamos cercanía y conexión, debemos ser conscientes de las distancias que necesitamos para proteger nuestra salud emocional. Al encontrar un equilibrio, podemos fomentar relaciones más armoniosas y mutuamente beneficiosas.
REFLEXIONES DE UN FILOSOFO SOBRE ESTA FÁBULA
Desde una perspectiva filosófica, esta fábula revela la tensión entre la individualidad y la comunidad. Los erizos simbolizan nuestra lucha por equilibrar la necesidad de afecto y cercanía con la preservación de nuestro espacio personal. Nos invita a reflexionar sobre la búsqueda de la armonía entre ser fiel a uno mismo y coexistir con los demás.
REFLEXIONES DE UN SACERDOTE SOBRE ESTA FÁBULA
Esta fábula nos enseña sobre la importancia de la caridad y el amor fraternal. Como comunidad cristiana, podemos herirnos entre nosotros, pero también necesitamos unidad y cercanía para sobrevivir en el frío mundo. Debemos aprender a vivir juntos con paciencia y comprensión, recordando siempre el llamado de Cristo a amar al prójimo.
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