Queridos hermanos y hermanas, el Evangelio nos presenta una hermosa historia sobre Jesús sanando al siervo de un centurión (Mateo 8:5-13) y Lucas (7:1-10). Este centurión, a pesar de su poder y autoridad, se acerca a Jesús con humildad y fe, rogándole por la salud de su siervo. Es impresionante cómo este hombre reconoce la grandeza de Jesús y su capacidad para sanar a distancia. Jesús, maravillado por la fe del centurión, concede su petición y sana al siervo de inmediato.
Esta historia nos enseña la importancia de la fe y la humildad. El centurión reconoce la autoridad de Jesús y confía plenamente en su poder para sanar. Nosotros también debemos acercarnos a Jesús con esa misma fe y humildad, confiando en que Él conoce nuestras necesidades y puede obrar milagros en nuestras vidas.
Un centurión con fe:
Un centurión, oficial del ejército romano, se acerca a Jesús buscando la sanación de su siervo enfermo. Este centurión, a pesar de ser parte de una fuerza de ocupación romana, demuestra una fe profunda en el poder de Jesús. Reconoce la autoridad de Jesús y confía en su capacidad para sanar, incluso a distancia.
Humildad y respeto:
Es importante destacar la humildad del centurión. A pesar de su posición de poder, no se siente digno de que Jesús entre a su casa. Envía mensajeros para que soliciten la sanación y reconoce su propia indignidad. Esta actitud contrasta con la arrogancia de algunos líderes religiosos de la época.
El poder de la fe:
Jesús, conmovido por la fe del centurión, sana al siervo a distancia. Esta acción demuestra el poder ilimitado de la fe. No importa nuestra condición social o religiosa, si tenemos fe en Jesús, podemos recibir sus dones y sanación.
Un mensaje de amor y unidad:
La historia del centurión también nos transmite un mensaje de amor y unidad. Jesús sana al siervo de un oficial romano, un enemigo del pueblo judío. Esto demuestra que el amor de Dios no tiene fronteras y que está abierto a todas las personas, sin importar su raza, nacionalidad o condición social.
Invitación a la reflexión:
Esta historia nos invita a reflexionar sobre nuestra propia fe. ¿Tenemos la misma fe que el centurión? ¿Creemos en el poder de Dios para sanar y transformar nuestras vidas? ¿Somos humildes y respetuosos con los demás, sin importar su condición?
Llamado a la acción:
Que la historia del centurión nos inspire a fortalecer nuestra fe, a vivir con humildad y respeto, y a compartir el amor de Dios con todos aquellos que nos rodean. Que seamos instrumentos de paz y reconciliación en un mundo que necesita cada vez más del amor y la misericordia de Dios y que nos conceda una fe tan profunda como la del centurión, para que podamos experimentar su amor y su poder en nuestras vidas y en las de aquellos por quienes oramos. Que la intercesión del centurión nos inspire a tener una fe inquebrantable en el Señor. Amén.
Biblia cristiana > Nuevo Testamento > Evangelios > San Mateo
> Jesús sana al siervo de un centurión (40:8:5 - 40:8:13)
Cuando Jesús entró en Capernaúm, vino a él un centurión y le rogó
diciendo: —Señor, mi criado está postrado en casa, paralítico, y sufre
terribles dolores.
Y le dijo: —Yo iré y le sanaré.
Respondió el centurión y dijo: —Señor,
yo no soy digno de que entres bajo mi techo. Solamente di la palabra, y mi
criado será sanado.
Porque yo también soy un hombre bajo
autoridad y tengo soldados bajo mi mando. Si digo a éste: “Vé,” él va; si digo
al otro: “Ven,” él viene; y si digo a mi siervo: “Haz esto,” él lo hace.
Cuando Jesús oyó esto, se maravilló y
dijo a los que le seguían: —De cierto os digo que no he hallado tanta fe en
ninguno en Israel.
Y os digo que muchos vendrán del oriente y del occidente y se sentarán
con Abraham, Isaac y Jacob en el reino de los cielos, pero los hijos del reino
serán echados a las tinieblas de afuera. Allí habrá llanto y crujir de dientes.
Entonces Jesús dijo al centurión: —Vé, y como creíste te sea hecho. Y
su criado fue sanado en aquella hora.
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