Las
diferencias genéticas pueden no sólo determinar la habilidad del cuerpo para
metabolizar ciertos nutrientes, sino también la susceptibilidad del sistema a
ciertas enfermedades. La buena noticia es que dentro los
próximos años, los investigadores podrían aprender cómo diseñar las dietas de las personas para modificar
sus genes y así
prevenir o retrasar la aparición de ciertos males.
Tal es la meta de la genómica nutricional. Los
proyectos al respecto están aumentando en todo el globo. En Estados Unidos se dará paso
al Centro de Excelencia para Genómica Nutricional. Adicionalmente
existen otros planes como el HapMap, que estudiará los patrones hereditarios de
polimorfismos nucleótidos simples (SNPs) sitios de codificación de mensajes
genéticos que se comportan como la carta individual de información de cada
persona.
En cuanto a las enfermedades, a medida que ha avanzado el
trabajo de investigadores, se ha descubierto que muchas de ellas como cáncer y
diabetes tipo II, son el resultado de una interacción entre un determinado
número de genes y su entorno. Y más de cien genes se han relacionado con el desarrollo de
enfermedades coronarias. Los científicos también estiman que la dieta puede ser
un factor definitivo en un tercio de los tipos de cáncer existentes (a nivel
molecular varios nutrientes interactúan con los genes, así la cantidad y tipo
de alimento consumido afecta directamente la producción de proteínas).
El asunto está entonces en encontrar el mejor balance entre nutrientes.
La complejidad de la nutrición humana supone
retos. Los experimentos clínicos requieren trabajar con grupos de personas que
deben ser evaluados durante años, lo cual hace el proceso costoso y difícil de
llevar a cabo. Pero
gracias a la biología de sistemas se ha llegado a cierto progreso, ella se vale
de herramientas de genómica, biología molecular y bioinformática para estudiar
las complejas interacciones de genes, proteínas y nutrientes a nivel celular.
La
actual epidemia de enfermedades metabólicas como obesidad, diabetes y las
coronarias, en las cuales la dieta es un importante factor de riesgo así como
también un agente de prevención, provee una oportunidad para las empresas para
desarrollar alimentos que ayuden a las poblaciones en riesgo. Ahora las industrias de alimentos han comenzado a verse más como
firmas farmacéuticas. Algunas, aunque no disponen de los presupuestos de estas
últimas para investigación y desarrollo, han iniciado el mercadeo de
"alimentos funcionales" que apuntan a las necesidades específicas de
grupos humanos.
Mientras más se conozca sobre la interacción
entre dieta y genes, se harán posibles las evaluaciones de ADN que puedan determinar lo que la
gente necesita comer. Ya
algunas empresas han comenzado a vender este tipo de productos (que evalúan
genes que influyen en el metabolismo del alcohol y otros nutrientes) y a hacer
recomendaciones sobre la dieta. No obstante antes de que estas pruebas
se vuelvan más comunes, se tendrán que ventilar asuntos de orden legal, ético y
médico. Una de las preocupaciones es el uso de los datos que podrían hacer
empresas como las de seguros (aumentando los costos o excluyendo a personas
propensas a ciertas enfermedades).
Además se requerirá de médicos bien entrenados capaces de
analizar los resultados de las pruebas. A pesar de todo ello, las
ventajas parecen ser mayores que los argumentos en contra. El poder prevenir
una enfermedad 40 o 50 años antes
de que ocurra no sería sólo una vía para minimizar la necesidad de
costosas drogas sino una poderosa herramienta para mejorar la calidad de vida
de una persona.
NOTA: LOS ALIMENTOS SANOS Y LA DIETA BIEN BALANCEADA SON LA MEJOR
MEDICINA.
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