El Diccionario de la Real Academia Española define
el verbo alabar como “elogiar, celebrar con palabras”.
Cuando
oramos al Dios que late dentro de nosotros mismos nos surgen las siguientes
preguntas:
¿Lo hacemos
con el propósito de elogiarlo?
¿Para que
él modele nuestra Vida?,
¿Para que
lo adulemos?
¿Actuará
Dios de forma más rápida y eficiente si usamos palabras rimbombantes?
¿Necesita
Dios que le recordemos su grandeza e infinito poder?
¿Podemos
pedirle que haga más cosas por nosotros?
¿Podemos
informarle a Dios de algo que no sabe o que no comprende?
¿Esperamos
cambiar la perfección?
¿Le podemos
pedir más cosas a Dios, si ya nos ha dando más de lo que esperábamos?
Dios no es
movido por las alabanzas.
Dios solo nos puede dar todo lo bueno ya que Él un
su infinita sabiduría dispone.
Dios es inteligencia.
Dios es el
mismo de ayer, y de hoy, y de todos los siglos.
Dios es infinitamente justo y hará lo justo, sin
que haya que recordarle lo que nos gustaría que hiciera.
En lugar de alabarlo con tantos rezos, podemos
orarle a nuestra manera, sabiendo que “la oración sana y reforma nuestra
existencia” y que “todas las cosas son posibles para Dios”.
Dios es
obra de la eternidad y exige absoluta consagración de nuestros pensamientos,
energías y deseos y lo hacemos en nuestras oraciones mediante una gran comprensión
espiritual con Ël.
Dios es bueno, omnipotente, omnipresente, e
infinito, y con nuestras oraciones tratamos de hablar con él sobre las cosas
que ya sabe.
Orar no es
repetir por repetir, aunque este tipo de oración también produce un efecto
relajador. Orar es tener una
fe absoluta en el Poder de Dios, es una confianza incondicional en su infinita
capacidad de respuesta.
Orar no es
alabar, sino confiar de modo absoluto en Él y comprender que su naturaleza más
íntima es el Amor.
Dios no
infunde miedo, ni entra en cólera, ni es para ofrecerle sacrificios que
apacigüen su furia, ni está asociado a imágenes, o a la tortura y al dolor.
Dios es
todopoderoso y no debemos humillarnos, ni
culparnos (¡por mi culpa, por mi culpa por mi gran culpa!), ni oprimirnos, ni castigarnos,
ni sentirnos inferiores a Él
El acto de
Orar es el estado de contacto con nuestro Creador, donde nos comunicarnos de
corazón a corazón y le abrimos nuestra alma.
La oración es irrealizable cuando sentimos miedo,
sólo puede vivenciarse desde la confianza, y la comprensión de que somos Uno
con nuestro Dios de Amor incondicional.
No rezamos
como mendigos, como pordioseros espirituales; ni vivimos en un estado de
indigencia mística que empobrece nuestra existencia.
No podemos tener una falsa percepción de Dios.
El verdadero Dios carece de ego (Él es Amor, Paz y
Armonía eterna).
Solo
debemos tenerle confianza y abrirle la puerta para que Su Amor puro e
incondicional actúe en nuestros corazones y transforme cada aspecto de nuestra
Vida, reconociendo su verdadera identidad.
En nuestras
oraciones debemos confiarle nuestros asuntos personales, las preocupaciones más
profundas, las querencias y carencias, los más íntimos secretos, la salud, el cuidado
de nuestras familias y seres queridos.
Para lograr el cambio que queremos con Dios, en
nuestro interior tenemos que efectuar un profundo trabajo de sanación mental,
emocional y espiritual, a fin de trascender las creencias limitantes relativas
al Dios que teñíamos desde que estábamos pequeños para que realmente sea
nuestro amigo y confidente
Dios sólo se nos revela a través del Amor: más
allá, no busquemos.
A Dios se le puede sentir, porque Dios es una
experiencia (una experiencia de Amor y confianza absoluta).
Como hijos
de Ël, sabemos que Nos ama incondicionalmente y por tanto le podemos hablar de
Tú a Tú, de corazón a corazón, con infinita Paz y con una estrecha relación de
confianza para poder llevar una Vida de muchísimas bendiciones.
Una vez usted
entienda e interiorices estos conceptos, comenzará a ver y sentir sus
manifestaciones.
En ese
instante comenzaremos a ver y a sentir los beneficios de un Padre fuente de
protección, proveedor, creador, maestro, líder, amante, sustentador, defensor,
libertador, consolador, reparador, restaurador, solucionador de problemas y
modelo de Vida en perfecta Unidad con nosotros; que mora en cada uno de Sus
Hijos.
Este es un
ejemplo que ayuda a comprender este mensaje:
“Sucedió una mañana radiante de primavera en
Colorado (EE.UU). Venía de una librería donde había hojeado, entre otros, un
libro de frases de Jesús.
De regreso
a casa, comencé a reflexionar sobre la sorprendente paradoja inherente al
cristianismo y otras religiones. Jesús había hablado de Amor y del prójimo,
pero sus seguidores habían matado a millones de personas en distintas cruzadas
y luchas sectarias”. “Mientras reflexionaba sobre esto, comencé a ver más allá
de las palabras de Jesús
Detrás de
todas las palabras y los argumentos debía haber algo esencial, puro y
verdadero. Me pregunté cuál era la experiencia que había detrás de todo eso (…)
Por mi mente pasó la idea de que quizás Jesús se hubiera conectado con una
fuente de poder primordial, un nivel de conciencia a disposición de todos.
Jesús había hecho alusión a eso con bastante frecuencia, en frases como: Buscad
el Reino en el interior de vosotros. Quizá la conciencia del Cristo existía lo
mismo que un canal de televisión a la espera de ser sintonizado por cualquiera
que decidiera verlo. En ese momento, decidí sintonizarme (…)
Acallé mi
mente y me dije algo así: Está bien, estoy disponible. Quiero saber”.
“En ese
instante sentí una oleada poderosa de energía en todo mi cuerpo, una especie de
corriente eléctrica que me llenó de vitalidad. Era una dulce sensación de calor y luz (…)
Sentí como si esa dulce energía de luz y calor se
centrara en mi corazón y me llené de compasión infinita por toda la humanidad. Era como si el corazón quisiera
partirse en dos para dejar salir el Amor y la gratitud hacia todo el mundo. Reconocí que el cielo y la
tierra constituían un gran Ser.
No había
separación entre todos los seres, la naturaleza y yo: todos éramos uno e
iguales (…) Recuerdo haber comenzado a girar lentamente en círculos, observando
el cielo, los árboles y la gente que veía en la lejanía. Todos éramos uno,
conectados por un campo cuántico de Amor y compasión. Todos compartíamos
nuestra divinidad”.
“Un pensamiento pasó por mi mente: Entonces, esto es Dios. No es
algo que se piensa sino algo que se siente. Dios es impensable. Acepté la noción y decidí
concentrarme en sentir a Dios en lugar de pensar en Él.
Con el
tiempo, durante los últimos treinta años, la sensación de Dios ha pasado de ser
una experiencia efímera y momentánea para convertirse en algo que está siempre
allí, como telón de fondo de mi Vida cotidiana”.
Si queremos
experimentar una vivencia de Amor similar, debemos concederle a Dios nuestro
más confiado aval para que nos llene con su poderoso cauce de Poder.
Concedámosle
licencia para que se lleve todas nuestras miserias psíquicas, escorias
emocionales, limitaciones espirituales; para que toda adicción sea disipada,
hasta que sólo quede un cristalino caudal de deleite que discurra en cada
instante presente de nuestra existencia.
Decidamos
ya dejar atrás esa barrera
NOTA: ESTA ES LA ESCENCIA DE LO QUE
PREDICAN TODAS LAS RELIGIONES Y UNO DE LOS CAMINOS PARA LLEGAR A DIOS.
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